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Zoé Valdés

¿Hasta cuándo?

El cubano Bruno Rodríguez Padilla, sépanlo de una vez y por todas, no es un ministro de Exteriores al uso.

Bruno Rodríguez Parrilla, nacido en México, es el inamovible ministro de Exteriores de Cuba desde el año 2009. Ostenta ese alto cargo en el seno de la tiranía castrista seguramente y primero que todo por ser hijo de José María Rodríguez Padilla, ingeniero de profesión, uno de los mayores secuaces del castrismo durante toda su vida laboral; aunque desde su juventud Rodríguez Padilla Jr. destacó también por ubicarse por sus propios méritos –podemos suponer cuáles– entre la élite castrocomunista, inclusive desde que siendo muy joven empezó la carrera de Derecho.

Tras las medidas tomadas por el presidente Donald Trump en relación a Cuba, que bien poco han cambiado las de su antecesor Barack Obama –cosa a la que no me referiré aquí–, el señor Rodríguez Padilla, o preferirá que lo llame a lo soviético (debido a su interesante relación con Putin), el camarada de marras no se detuvo ni un instante a pensar en el discurso que daría. Lo dio, soltó su baba venenosa. Los perros de presa no piensan, eso ya lo sabemos de sobra. Entonces Bruno, o el camarada Rodríguez Padilla Jr., tomó el micrófono, y mediante conferencia de prensa soltó su diarrea verbal en contra del exilio cubano, de los presos políticos, de los que se encontraron en el Teatro Artime, en contra del mismísimo Manuel Artime (un auténtico héroe cubano, no uno de esos que ha inventado el castrismo y que sí responden a todos los epítetos que este tipejo soltó por su cochina boca), y en contra de todo lo que le pasó por su débil e inducido cerebro.

Bruno Rodríguez Padilla, sépanlo de una vez y por todas, no es un ministro de Exteriores al uso. Es un esbirro de una las dictaduras comunistas más longevas que ha malparido la humanidad. Bruno es un criminal, sus manos están manchadas de sangre inocente, manchadas de la sangre del mismo Manuel Artime, de Pedro Luis Boitel, de Orlando Zapata Tamayo, de Laura Pollán, de Oswaldo Payá, de Harold Cepero, de las víctimas del remolcador 13 de Marzo, entre las que se encontraban decenas de niños, y de todos los fusilados, asesinados y desaparecidos que ha habido en Cuba, víctimas de esa tiranía que él representa tan orondo.

Ese es Bruno, el canciller del raulismo, al que el mundo entero abre las puertas y con el que todos negocian sin ningún escrúpulo, incluida por supuesto la Unión Europea, que ahora llama a "llenar el vacío" que según ella dejarán las medidas tomadas por Donald Trump, para mi gusto bastante flojas: un criminal, un terrorista, un esbirro mercenario pagado por su amo, Castro II, como antes le pagaba Castro I.

Bruno Rodríguez Padilla es otro que merece un dron en el centro de su puerca boca –con perdón de los puercos–, como los Castro se merecen un dron, cada uno, en el mismo medio de sus aberrantes cholas. Tal como hicieron con Panamá y con Granada los norteamericanos en su debido momento.

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