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Zoé Valdés

Heroínas todas por igual

Los héroes reales existen, casi siempre a pesar de ellos mismos. Como también existen, cada vez más en América Latina, las heroínas.

Viniendo de un país donde los denominados héroes se dan de a tres por quilo, cada vez que le das una patada a un seboruco en el medio de la calle sale uno, me cuido bien de usar la palabrita o palabreja para designar a alguien a quien admiro y aprecio precisamente por su actitud valiente, por sus heroicidades; aunque lo que no puedo obviar es que los héroes reales existen, casi siempre a pesar de ellos mismos. Como también existen, cada vez más en América Latina, las heroínas.

Considero que aquellas mujeres que han sido víctimas de las FARC, la narcoguerrilla colombiana, que fueron ultrajadas, apresadas, y asesinadas, o que todavía se encuentran en situaciones difíciles en las garras de estos criminales, deben ser consideradas verdaderas heroínas colombianas.

A las mujeres que llevan ya años combatiendo el narcotráfico, enfrentándose a los mafiosos y violentos cárteles de la droga en México, las considero sin ninguna vacilación de ningún tipo unas heroínas. No dudaría ni un segundo en denominarlas como tal. Muchas de ellas han perdido a sus familiares por enfrentarse, como policías, como jefas de comisaría, como periodistas, como simples ciudadanas, a los narcotraficantes, otras han perdido sus vidas. Pocos hombres son los que se refieren a ellas. Las considero, por supuesto, unas heroínas.

También considero una heroína a María Corina Machado, y a unas cuantas mujeres venezolanas que se están jugando sus puestos de mujeres políticas en la oposición, que cada día se enfrentaron al chavismo como lo siguen haciendo en la actualidad al madurismo, que no es más que castrismo. A esas mujeres las han tratado con los insultos y las calumnias más vejatorias. Durante de la enfermedad y muerte de Hugo Chávez en Venezuela se golpeó y maltrató hasta hacerlas sangrar a periodistas que solamente cumplían con su deber, el de buscar la información y transmitirla, en plena calle. A nadie se le ocurre llamarlas "heroínas latinoamericanas", sin embargo. Para mí lo son.

En Argentina, cientos de miles de mujeres de todas las edades han salido a las calles a protestar en contra de los desmanes de los gobiernos sucesivos de los esposos Kirchner, a riesgo de ser apaleadas y cuestionadas verbalmente. El movimiento va creciendo y por lo que sé las organizadoras al frente de estas manifestaciones son mujeres de todas las clases sociales.

En Brasil conozco a una cantidad de chicas normales que cada día enfrentan las calles empinadas de las comunidades, antes llamadas favelas; allí se enfrentan continuamente a la violencia, a la droga, a la prostitución, e intentan salvarse escribiendo poesía, haciendo literatura y periodismo serio, escribiendo blogs, se dedican con tesón a crear círculos de estudios de escritura y talleres de arte. Esas son mis heroínas, a muchas de ellas las he conocido en mis viajes a Brasil.

En Chile, probablemente equivocadas y creyendo que la izquierda ultraconservadora y reaccionaria, así como el castrismo, son la vía para cambiar al mundo, las estudiantes han salido a la calle. Por el contrario, por la diferencia ideológica que las mueve a ellas, éstas no son mis heroínas, porque todo me aleja de su forma de actuar y de pensar, aunque sin embargo considero que han tenido el coraje de enfrentar al gobierno en las calles, desde las aulas, desde sus puestos de trabajo y estudio. Equivocadamente a mi juicio en la forma de enfrentarlo.

En Cuba, numerosas mujeres pierden a sus hijos, a sus esposos, a sus padres, a sus hermanos; intentan también salir a las calles, salen y las desbaratan a golpes, las oprimen, las insultan, les organizan mítines de repudio, amenazan a sus familiares de muerte, reprimen a sus hijos en las escuelas. Muchas de ellas se ponen en huelga de hambre, decididas a morir. No se me ocurriría jamás decir que estas mujeres que llevan ya más de medio siglo enfrentando a la tiranía castrista, desde el año 1959, son más heroínas que las otras. Ni siquiera diría algo como que, entre ellas, una es mejor que otra en intensidad o en coraje.

Pretenderlo sería ignorar a todas aquellas que son, a mi juicio, por igual, heroínas cada una en su país: colombiana, venezolana, brasileña, chilena, cubana, mexicana. Cada una con su causa a sus espaldas, cada una dispuesta a entregarlo todo por la libertad, la paz, la democracia, la justicia. Compararlas entre ellas, o situar a una por encima de las demás, es menospreciar desde un pedestal machista el combate librado por las mujeres, y minimizar el que está aún por librar por cada una de ellas.

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