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Zoé Valdés

La alegría de Cuba

Mientras los Castro hacían llorar a los cubanos de la isla, Álvarez Guedes compartía con los cubanos libres la libertad de reír a carcajada limpia.

Mientras los Castro hacían llorar a los cubanos de la isla, Álvarez Guedes compartía con los cubanos libres la libertad de reír a carcajada limpia.

Falleció en Miami Guillermo Álvarez Guedes, el mejor humorista que ha dado Cuba y uno de los mejores y más refinados del mundo. Refinado sí, aunque en más de uno de sus chistes echara mano de esas "malas palabras" que al final, según el contexto, serán siempre las mejores, las buenas, las precisas, las exactas.

Durante más de medio siglo Álvarez Guedes hizo reír a gente de todas partes, y sobre todo a los cubanos del exilio, sus espectáculos se repletaban hasta el tope y sus programas televisivos tenían una popularidad excepcional. Mientras los Castro hacían llorar a los cubanos de la isla, Álvarez Guedes compartía con los cubanos libres la libertad de reír a carcajada limpia.

No hay nada mejor en la vida que irse, discretamente al "muere", sabiendo lo que ha significado trabajar para "hacerles cosquillas" a los demás, para divertirlos y obligarlos a reflexionar sin imponerles más que la inteligencia y el buen gusto.

Contrario a los Castro, Álvarez Guedes reía siempre. ¿Han visto ustedes reír a mandíbula batiente a los tiranos? Seguro que no, los dictadores no se ríen, gruñen serios y amargados. Y cuando lo hacen, en una especie de esbozo dramático, retenido y arrepentido, se les nota demasiado la falsedad, la imposición, la monstruosidad de la mueca.

Álvarez Guedes es el rey de la risa cubana, el patriarca del humor. En Cuba se acabaron muy pronto los humoristas, los botaron a cajas destempladas en cuanto quisieron hacer chistes a costa de los dictadores. Y los dictadores se cogieron el humor negro para ellos solos. Otros profesionales se quedaron, doblegados, y las bromas devinieron pujos a las órdenes del Pujón Estreñido en Jefe. Los bufones se transformaron en Pujones de segunda, e hicieron escuela.

Años más tarde, de esa escuela castrocomunista del pujo autorizado salieron unos cuantos bien graduados y prestos para asestar el golpe y ‘bajar’ daño en lugar de amor; viajaron primero a Europa, enviaditos por el régimen, y cuando se hicieron de alguna fama en España (durmiendo a los españoles con sus graciesitas racistas), se largaron a Miami a opacar a Álvarez Guedes. Lo intentaron, pero no lo consiguieron jamás, pese a que el público cambió y ya todo lo que llegaba de Aquella Isla Pordiosera añoraba más la obediencia del Pujo Internacionalista antes que atreverse a reconocer la libertad de la alegría que emanaba de manera natural de Álvarez Guedes.

Entonces hicieron lo que han tratado de hacer con todo, tumbaron lo bueno y montaron nuevamente su chinchal mediocre, castrante y de medio pelo. Y después llegó la ‘masa masiva’ que antes aplaudía en la Plaza a su comandante para continuar aplaudiendo a sus Pujones sembraditos en el exterior. Miami incluso ahora importa Pujones televisivos al por mayor.

A Álvarez Guedes le arrebataron su programa televisivo, le quitaron el radial, como mismo hicieron en Cuba en los primeros años. Y se murió de tristeza, tal como ha contado su esposa. Era un hombre anciano, es verdad, pero se sentía fuerte y con ganas de seguir en lo suyo, en lo que hacía brillantemente. Pero ante el cretinismo ambiental prefirió apartarse. Hizo bien, aunque pagó con su vida. No consiguieron destronarlo. Ahí están buena parte de sus videos, de su grandeza.

Lo mismo están haciendo con todo, desde hace años existen escritores autorizados a una cierta crítica del poder, carroñeros de los escritores exiliados, siempre que estén muertos y enterrados (por ellos mismos), también vemos músicos de miseria y del "p’a lo que sea, p’a lo que sea, Fidel, p’a lo que sea", apoderándose al descaro de los ritmos de Celia Cruz y de Olga Guillot, peloteros que llevan el dineral para el Comité Central, pintores pedófilos que van a hacer zafra con los niños de Miami, y hasta filósofos en contra del embargo norteamericano, y para colmo, procastristas declarados espías que se roban millones del Medicare para ponérselo en bandeja de plata a sus amos, a los que los entollan como nadie, a los que los ponen en horma... Esa es la fauna de Miami, del Versalles, de las actrices que se hacen viejas y van a Cuba a hacerse la cirugía estética, a subirse las tetas, a jorobarse los ojos... Lamentable, en fin.

Murió otro de los grandes, un cubano ilustre, fuera de su país, por ese solo hecho no debiéramos jamás perdonar a los Castro, porque hemos perdido a la única persona que pese a todo, lleno de esperanzas, pretendió hasta su último suspiro devolverle la alegría al pueblo cubano. Pero tampoco debiéramos perdonar a los políticos del exilio, que en vez de apoyar a los verdaderos escritores y artistas de ese exilio, le dan el culo al primer comemierda (diría Álvarez Guedes), al primer sapingonauta (digo yo), que les venga a vender los cundiamores de la represión. El pueblo cubano en una inmensa totalidad –tan infinitamente insensible como ha sido, y lo ha demostrado– prefirió despreciar esa alegría para irse a rayar la yuca de la pujonería y la chabacanería, incluso después de irse de la isla. Que se jodan. Es probable que empiecen a pasar nuevamente a Álvarez Guedes en la radio de Miami, ¡y hasta en la de Cuba!, y los disidentes de pacotilla organizarán festivalitos con los grants que les regalará Obama y el contribuyente estadounidense, y ¡a semiautorizarlo se ha dicho! De este modo el mundo creerá que el raulismo es una pieza legal de cambio. Y cien años más. Parafraseando al maestro Álvarez Guedes: "¡Coño, carajo, que se rejodan entonces!". Para decirlo a mi modo, ¡que se resinguen! Tanto en Cuba como en Miami. Eso es lo que trajo el barco.

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