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Zoé Valdés

La moda de la huelga

La única manera de salir de la crisis es trabajando, y ayudando al prójimo, y no dejándolo solo o sola, a que se lance por un balcón.

Vivimos tiempos difíciles, el mundo anda sumido en una crisis cada vez más profunda de valores, y en otras que ya no sé si son peores, en una verdadera crisis económica y política. La gente malvive desmoralizada, pierde los trabajos y las casas, se suicida. Los políticos, comparados con el estiércol, gana el estiércol; y la economía es sólo cosa de ricos y de fascistas de todos los bandos, da igual que si la derecha o la izquierda, todo es la misma basura. Todos roban.

Pero el ser humano es lo más predecible y aburrido que podamos imaginar, en lugar de buscar alternativas positivas sólo busca ayuda en el peor lugar donde se pueda buscar, en los sindicatos.

Los sindicatos, por supuesto, ya no son lo que eran, ni trabajan por aquello para lo que fueron creados: ayudar al trabajador, al obrero, y conseguir que su trabajo sea reconocido y remunerado en condiciones respetables. Ahora no, ahora los sindicatos sólo buscan el atropello, la revancha, el abuso y la exigencia. Más dinero y menos trabajo. Y más dinero para los ideólogos en que se han convertido los líderes sindicalistas, todos rojos a estallar, todos unos bandidos que por muy rojos que sean no dejan de pasarse unas vacaciones de millonarios y a gozar como Carmelina –como dice el refrán.

Mientras tanto los trabajadores siguen la rima a los ideólogos del sindicalismo, que han puesto de moda las huelgas. En tiempos de crisis económica tengo entendido yo que siempre se ha trabajado el doble. En la actualidad es todo lo contrario, los líderes sindicalistas piden huelgas y más huelgas, paran el país entero, brazos caídos, y no sólo por un día o dos, ya hay quienes están pidiendo, exigiendo, un mes de huelga. El país parado. Los niños sin escuelas, las madres sin trabajo, los padres igualmente, pero más deprimidos y suicidas que nunca. Todo al garete, como mandan la abulia y el anarquismo baratucho.

Le zumba la guanábana, diría mi madre, que fue una trabajadora a la que ni sindicatos ni nada doblegaron, antes de la revolución, en su Cuba natal. Porque ya sabrán ustedes que después de la revolución los barbudos apestosos a rayo eliminaron las huelgas. A ellos las huelgas les convienen solamente cuando ocurren en otros países, bien lejos. Es lo que les sucede a todos estos estilo Guillermo Toledo y compañía, que sólo aprecian las huelgas bajo el capitalismo. Pero si un cubano se pone en huelga, de las de verdad, no de las de mentira, de las que te va la vida en ello, como la que hizo Orlando Zapata Tamayo, y por la que se murió, pues entonces el actorcillo Toledo abre su bocaza para echar escombros por ella y calumniar al cubano diciendo que se trataba de un delincuente, como dijo precisamente a raíz de la muerte de Zapata Tamayo. Más delincuentón será él, y más mediocrón hay que salirlo a zapatear por los tugurios.

En Francia también ha salido el prefecto de Sevran, una pequeña ciudad de cincuenta mil habitantes, a ponerse en huelga, llevaba ayer cinco días ingiriendo agua solamente. El prefecto pide dinero para su ciudad, que es, según él, muy pobre. Al parecer está en lo cierto, aunque no es más pobre que cualquier barrio de Cuba, ni siquiera el de más alcurnia. Pero el prefecto pide dinero, porque a otras ciudades las benefician más que a la suya. Bien, está en su derecho, vamos a ver cuánto aguanta. Pero recuerden que lo que pide es dinero. Como si el dinero saliera por el grifo.

Yo estoy en principio en contra de las huelgas de hambre, de las de verdad, no de las de juguete. Porque creo que cuando se lucha por una causa se debe luchar con toda la fuerza física requerida. Pero además estoy en contra de las huelgas que impiden que los países salgan crisis como la que estamos viviendo. Sobre todo porque esos líderes sindicalistas se mantuvieron muy serenos y callados cuando los que produjeron esta crisis, absolutamente todos de la más rancia izquierda, estaban destruyendo los países desde el poder.

La única manera de salir de la crisis es trabajando, y ayudando al prójimo, y no dejándolo solo o sola, a que se lance por un balcón. Ayuda quiere decir unirse, e ir y plantarse delante del banco que le retira el crédito, y armarla frente a los que son los verdaderos responsables, con nombre y apellido. Y enjuiciarlos, llevándolos a los tribunales.

Miren que llevo repitiendo que los primeros frente a los que debemos pararnos bonito y demandarlos son los que han provocado esta crisis, y la ONU, que ahora pide nuevamente que se le levante el embargo a una de las peores dictaduras del mundo, la castrista.

¿O es que la justicia tampoco sirve de nada?

A ver, ¿por qué nadie pide que se enjuicie a Rodríguez Zapatero?

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