Menú
Zoé Valdés

La mujer de la que todo el mundo habla… bajito

Si esta señora ha conseguido colocarse en un peligroso puesto en su carrera hacia las elecciones presidenciales ha sido gracias a la mediocridad de los políticos de la oposición, de la izquierda.

Mientras el presidente Nicolas Sarkozy pierde popularidad, y su contrincante principal, François Hollande, demora en arrancar carrera hacia arriba, una tercera alternativa, la peor, va ganando terreno, poco a poco, y no tan en silencio que digamos. Marine Le Pen.

Mientras todo el mundo habla por lo bajito de la hija de Jean-Marie Le Pen, que ha dejado de ser la hija de Le Pen para ser ella misma, como posible candidata a la presidencia de la República Francesa, representando al partido de ultraderecha, el Frente Nacional, y no pocos medios se niegan a colocarla de portada donde antes estuvo Ségolène Royal, aunque sea sólo por el innegable carisma de esta mujer, la televisión francesa, por el contrario, no pierde tiempo y la usa con bastante regularidad en programas de debate político con gran convocatoria. Su presencia, invariablemente, hace saltar los ratings de audiencia; a lo que muchos temen, y con razón.

Sin embargo, Marine Le Pen ha podido situarse donde lo ha hecho no como se ha dicho, a causa de la crisis, no. Si esta señora ha conseguido colocarse en un peligroso puesto en su carrera hacia las elecciones presidenciales ha sido gracias a la mediocridad de los políticos de la oposición, de la izquierda, que han basado fundamentalmente su campaña en atacar al gobierno de Sarkozy y de Fillon, obviando el discurso de Marine Le Pen, que en algunas cosas no está demasiado equivocada que digamos.

Marine Le Pen, además, con el tiempo ha devenido un animal político, pues creció junto a su padre, el temible –también tratado con confiada negligencia– Jean-Marie Le Pen, y desde muy adolescente participó en programas televisivos oyendo las propuestas de su padre y los análisis de los otros. Uno de esos programas, en los que ella se estrenó, como figura secundaria solamente, siendo apenas una niña, fue en el del célebre Bernard Pivot. O sea, que su carrera, desde bambalinas, y su ascensión en la que lleva unos cuantos años, no ha salido de la nada, como se ha querido dejar entrever, lo que significa otro error de negligencia y obviedad.

Jean-Marie Le Pen es desde hace más de medio siglo el hombre de la ultraderecha francesa; no solo negó los campos de concentración nazi, se ha expresado en contra de los judíos y de los extranjeros de manera directa o velada. Además, su política real es: la Francia deberá ser de los franceses de pura fuente, de pure source.

Fue el único hombre, junto a Fidel Castro, que cuando se descubrió el SIDA manifestó que había que crear campos de aislamiento para los enfermos. No lo logró en Francia, desde luego; en Cuba, Fidel Castro sí los implantó.

Sin embargo, con el tiempo, el hombre del ojo tapado con un vendaje negro, tipo pirata, grueso, y bastante histérico y grotesco, fue calmándose y cambió su look, con la intención de hacer creer que su postura se había suavizado.

Ahora que su hija ha heredado su poder, del mismo modo que se hizo y se pretende continuar haciéndose en Cuba, por herencia genética, no observamos precisamente que la nueva Le Pen desee dar una imagen tan remodelada como la que dio su padre en los últimos tiempos. Sus discursos son duros, intransigentes, amenazadores y, para colmo, en medio de una gran cantidad de mentiras, de frases xenófobas, de dosis de fascismo bien calculado, suelta unas cuantas verdades; y me gustaría pensar que es ahí, y no en todo lo demás, en donde una gran cantidad de franceses se sienten reconocidos. Ignorarlo es de idiotas.

Como también es de poco profesional ignorar en las portadas de las revistas a una mujer que sabe hacer política, ignorarla es lo peor que se hace, ignorándola se la apoya; porque se pueden brindar portadas analizándola, ridiculizándole su proyecto, criticándolo, y hasta rebajándola al sitio que le corresponde. ¿No lo hacen sin razón algunas publicaciones con otros políticos de la UMP y hasta con el mismo presidente?

Ignorar a una persona y borrarla de las portadas de las revistas y de la prensa escrita es darle más importancia de la que realmente tiene, y es llamar la atención de un público que empieza a cansarse de la manipulación de la prensa. Yo diría que esa fue una de las razones principales por las que Ségolène Royal cansó tanto a los franceses, precisamente porque la prensa quiso venderla a tiempo completo y sin una crítica como la santa matrona de toda la Francia. Y si una cosa es mala, su contrario es peor.

Hasta el mismísimo Jean-Luc Mélenchon, el patrón del Frente Popular, del partido de ultraizquierda, muy parecido al FN, por cierto, en sus demandas e intereses, ha tenido portada de revistas, pero claro, aquí se trata de un ultramegacomunista, cosa que viste bien entre los amantes de la gauche de salones.

Mientras se ignore y se haga pasar como clandestina a Marine Le Pen, mientras los políticos franceses no desenmascaren el programa del Frente Nacional presentando uno a la altura de las exigencias reales de los franceses, mientras no se haga verdadera política, y no se deje de convertir las elecciones presidenciales en un gallerío inútil de gente que apenas sabe ni hablar a nivel de lo que ocurre en las calles, que se expresan con unos tecnicismos que la gente no entiende y desde una altura demasiado por encima de los demás, y que carecen de cultura y de pensamiento, la tendrán dura; y será así para todos los partidos, incluido el que gobierna, frente al Front Nacional y frente a Marine Le Pen.

Eso ella lo sabe, y es la carta con la que está apostando, que cultiva, y con la que cada día suma adeptos, hartos de las falsas promesas y de un lenguaje tibio, temeroso y altanero.

El gran peligro de Marine Le Pen, populista hasta el tuétano, es que como Fidel Castro, su discurso gusta, sabe seducir, es mujer –lo que se suma a la moda–, es astuta, y hasta coherente, y tiene un don que no le envidio: miente mejor que nadie, que ningún otro.

Sus mentiras seducen inclusive a sus peores detractores. Es por eso que no me he sorprendido con algunos políticos e intelectuales que públicamente la detestan, y por lo bajito, en susurros, se deshacen en comentarios admirativos hacia su persona. Y les repito, cuidado, eso mismo ocurrió con Fidel Castro, hasta que esos comentarios admirados y susurrantes se convirtieron de la noche a la mañana en clamor general obligado y obediente. Se lo digo yo que vengo de allí.

En Internacional

    0
    comentarios
    Acceda a los 3 comentarios guardados