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Zoé Valdés

Maduro teatrero

Nicolás Maduro es el discípulo más efectivo y aventajado del castrismo, más que Hugo Chávez, aunque parezca el más burro, y también el más asesino.

Todo lo que Nicolás Maduro sabe, o sea, lo poco que sabe, no sólo es nefasto y destructor, además lo aprendió en Cuba, como todos saben. Nicolás Maduro es el discípulo más efectivo y aventajado del castrismo, más que Hugo Chávez, aunque parezca el más burro, y también el más asesino. Su crueldad no tiene límites, crueldad que hemos estado observando en todos estos años de dictadura castrocomunista en Venezuela, y sobre todo en estos últimos meses, en los que el pueblo venezolano, haciendo prueba de un gran coraje, no ha cesado de lanzarse a las calles, a esas calles donde tantos jóvenes han dejado sus vidas, y donde mujeres, ancianos, hombres y hasta niños han expresado su descontento y repudio, sus ansias legítimas de ser libres.

Como decía, Maduro aprendió mucho del mal que les inocularon los Castro en su mediocre y dañado cerebro. Aprendió a tiranizar, a esclavizar, a matar de hambre, a matar simplemente… Y luego aprendió a hacerse pasar por el inocente infeliz al que los macabros "burgueses" (como él llama al pueblo, tal como lo llamaban Fidel Castro y su hermano Raúl) quieren sacar del poder. Un poder que detenta robando elecciones, como le roba al país, dileando, como dilea la droga que constituye ahora mismo su negocio más sólido, rentable y enjundioso.

En un acto de los peores desde el punto de vista dramático, en estos días armó una de las más ridículas puestas en escena que se hayan visto jamás.

Los que viven en Venezuela y conocen el paño por su bordado afirman que el famoso militar del helicóptero y su grupo, que se pusieron a disparar como energúmenos sobre las localidades de La Baralt y La Pastora, ni siquiera pertenecen al Ejército. El supuesto militar no es más que uno cualquiera de operaciones especiales de la Policía. Además quería implicar a un tal Rodríguez Torres, otro hijo de mala madre –según me comentan– que fue ministro del Interior, acusándolo de golpe de Estado y armándose a sí mismo una historia de piloto de este personaje en su época de ministro. "Son tan chapuceros", me indica alguien, "que se equivocaron de piloto". Y ahora se ha confirmado que el engolado y guapísimo piloto había hasta incursionado en el cine.

¿Recuerdan el amañado caso Ochoa en Cuba, en el que fueron fusilados generales junto a traficantes de drogas internacionales, todos por supuesto autorizados y subordinados de los Castro? Pues en ese mismo estilo y en esa misma cuerda es que ha empezado Maduro a incursionar en el teatro. Las funciones, hacia el mundo, serán por supuesto gratis, y tienen cómo único objetivo la continuidad del régimen y del castrocomunismo, faltaría más.

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