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Zoé Valdés

Obama: ¿nación o comunidad?

¿Fue Barack Obama elegido para representar a todo un país o solamente a una comunidad en específico?

¿Fue Barack Obama elegido para representar a todo un país o solamente a una comunidad en específico?

Tal como he venido razonando con algunos amigos después de lo ocurrido recientemente en Estados Unidos con el caso de Trayvon Martin y George Zimmerman, absuelto este último en el juicio donde se le juzgaba por la muerte del primero, se impone más que nunca la pregunta: ¿fue Barack Obama elegido para representar a todo un país o solamente a una comunidad en específico? ¿Es Obama el representante de los ciudadanos estadounidenses o de la comunidad afroamericana?

No esperó demasiado tiempo el presidente de los norteamericanos para salir a comentar el suceso argumentando que Trayvon Martin hubiera podido ser su hijo. Lo que calentó en contra de Zimmerman, sin duda alguna, a la comunidad afroamericana, pero sobre todo a la prensa local, y desde luego a la internacional.

Después de conocer el veredicto –se ha dicho que incluso ya desde antes– los grupos raciales afroamericanos estaban preparándose para armar manifestaciones y revueltas en caso de que, como se advertía, Zimmerman saliera indultado, tal como ocurrió.

Obama no tardó nada en dar la cara, un rostro sonriente, por cierto, y en salir a expresar muy poco diplomáticamente su inconformidad. No solamente ofició más allá de la justicia agregando la obviedad de que había que respetar sus decisiones, para dar luego el puntillazo, lo que entonces provocó todavía más a los manifestantes, colocándose él en la piel del joven muerto, pero con 35 años. ¿A dónde quiso conducir a la comunidad que con mayor frecuencia y encono (el pasado lo justifica) se enerva en los Estados Unidos, y por supuesto, a la prensa? Nadie lo sabe. O, sencillo: quiso decir que pudieron haberlo matado a él y que nada hubiera sucedido para impedirlo, y que además la persona habría salido absuelta, o lo que es lo mismo, que Martin habría podido llegar a presidente si no hubiese perdido la vida de la manera en que la perdió.

El caso es que, como era de suponer, al instante se alborotó el personal, y enseguida echaron mano por los embajadores musicales de la Casa Blanca, Beyoncé y Jay Z, quienes antes habían pasado por la Cuba castrista con una misión (¿qué duda cabe ahora?), y hasta bailaron al ritmo de una canción que hiciera famosa la más grande cantante exiliada cubana de todos los tiempos, Celia Cruz, pero interpretada pésimamente por la peor cantante cubana pro castrista (le ha cantado a Castro I) que se haya oído jamás, una tal no sé qué... qué importa al final.

El caso es que se armó el show en torno a algo evidente, que ya juzgó un tribunal. Los afroamericanos, arengados por su presidente, continuaron con la letanía de la injusticia, y de llamarle blanco a una persona que en otro momento en el mejor de los casos le hubieran tratado de étnico, debido a sus orígenes latinoamericanos. Y eso que George Zimmerman tiene raíces peruanas, que si fuesen cubanas, habría sido juzgado antes de disparar el revólver en defensa propia, e incluso, si hubiera sido al revés, si el afroamericano lo hubiera asesinado a él (tal como ocurre a menudo), en el supuesto caso de que hubiese sido cubano, de todos modos el cubano habría sido el culpable, por estar en un sitio inoportuno, a una hora inadecuada (cualquiera, da igual), y por haber sido exiliado anticastrista, ¡claro, porque para una gran mayoría en la Cuba de Castro no le hubiera pasado nada! ¡Ah, y si por mala suerte le hubiera tocado ser negro cubano, ahí sí que nadie siquiera se hubiese enterado! Total, si un negro cubano no vale nada para un presidente afronorteamericano.

Que le pregunten a Beyoncé y a Jay Z, y al mismísimo presidente, quienes todavía no se han enterado que la Dama de Blanco Sonia Garro Alfonso y su marido, el activista Ramón Alejandro Muñoz, llevan presos más de un año y medio, enfermos y sin ser juzgados en la Cuba de los Castro. O quizás se han enterado y les importa un comino.

De modo que a este presidente no sólo hay que recordarle que en la Cuba a donde él envía embajadores musicales meten presos a activistas negros sin esperanzas de ser juzgados por tribunales imparciales, además habrá que refrescarle la memoria para que se acuerde por qué, para qué y para quiénes fue elegido.

En cuanto a Trayvon Martin y la desgracia de haber muerto en semejantes circunstancias (las mismas en las que a diario mueren muchos jóvenes en el mundo y a nadie le importa, mucho menos a esas mismas comunidades), no merece, claro está, que para colmo, se le trajine y se le tome de estandarte de los politiqueros de toda la vida. Pero ya es tarde. Lo justo sería que estuviese vivo. Pero en ese caso, a lo mejor el muerto podría haber sido George Zimmerman, a lo que es probable que habrían hecho el caso del perro.

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