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Zoé Valdés

¿Qué pasará con Carromero?

¿Deberíamos dudar de su capacidad para escapar a las amenazas y presiones? ¿Conseguirá reconocer las negociaciones de las que ha sido objeto?

¿Deberíamos dudar de su capacidad para escapar a las amenazas y presiones? ¿Conseguirá reconocer las negociaciones de las que ha sido objeto?

En las últimas horas se ha escrito bastante sobre el posible regreso en el día de hoy de Ángel Carromero a España. Yo misma he esperado hasta último momento para escribir esta columna, en la que me gustaría exponer algunas dudas.

¿Dará amplia cobertura la prensa a la llegada de un prisionero que debemos considerar como precipitada, si comparamos con cómo suele manejarse la dictadura de los Castro? Y aquí hago referencia al caso de Alan Gross, el contratista norteamericano condenado a veinte años de cárcel en la isla y cuya familia ha hecho lo imposible para que sea liberado. No lo ha conseguido. Aunque es cierto que, por lo que hemos apreciado, el gobierno estadounidense se ha movido bien poco, de manera lenta e indiferente, ante un caso que le concierne directamente, como ha observado la propia familia, que ha entablado juicio contra los propios EEUU por embarcar a Gross en una aparente misión de la que él no estaba ni siquiera enterado.

En caso de que Carromero pueda brindar una conferencia de prensa –posibilidad que veo demasiado lejana (sabrá Dios los acuerdos tomados entre el gobierno español y el régimen de La Habana)–, ¿qué explicará? ¿Cómo podrá alumbrar la cantidad de sombras que se proyectan desde el inicio sobre el caso?

¿Deberíamos dudar de la capacidad del líder juvenil del PP para escapar a las amenazas y presiones? ¿Conseguirá reconocer públicamente las negociaciones de las que ha sido objeto, y en qué han consistido?

Es casi seguro que lo primero que querrá hacer será, lógicamente, ver a su familia. ¿Y luego? ¿Lo mandarán a la cárcel, haciendo caso omiso de las demandas de la familia de Oswaldo Payá Sardiñas de que se investigue el caso a fondo, de que se aclaren las muertes del líder del MCL y del joven Harold Cepero? ¿Se plegará el gobierno de Rajoy a la justicia cubana, a unos jueces comprados y a la mentira criminal de la tiranía, o resolverá de otra manera la nueva situación? Habrá que esperar.

En cualquier caso, el extremo silencio no promete nada diferente a un silencio aún más extremo, una especie de instigado y facilitado olvido.

Ángel Carromero, según la esposa y la hija de Payá, no es culpable de lo que se le acusa, del asesinato de Oswaldo y Harold. Sin embargo, tal como sucede inevitablemente en las tiranías totalitarias, confesó un crimen que no cometió. Lo hizo para salvar la vida. Pero ¿estará a salvo en España, en una prisión española? ¿Irá realmente a una prisión de presos comunes?

No podemos sacar conclusiones por falta de información detallada, ya que tanto el gobierno español como la prensa se han mostrado sumamente parcos en relación a estos sucesos. Ese silencio, por supuesto, forma parte del negocio.

En cualquier caso, ojalá Ángel Carromero regrese lo más pronto posible a España, que lo haga sano y que su gobierno le dé la oportunidad de decir la verdad; y que por fin esa verdad sea pública, que las familias de los que perdieron la vida en el supuesto accidente puedan conocer lo que realmente aconteció hace ya más de cinco meses. Y que su existencia, la de Carromero, en este mundo vuelva a ocupar el lado de los justos.

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