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Zoé Valdés

La fiesta culpable

Los cubanos son un pueblo simple, y por eso se les ha mangoneado tan bien y tan a fondo.

Los cubanos sólo piensan en festejar, escribe alguien en un periódico. Tras el anuncio del posible levantamiento del embargo, los cubanos se han lanzado a las calles a celebrar y a dar la bienvenida a los tres espías castroterroristas. Algunos entrevistados declaran que a ellos francamente les da igual vivir con embargo o sin él, que lo de ellos es la bachata, y que mientras tengan bachata y dólares de los familiares de Miami ellos la pasarán más que bien.

A decir verdad nada me extraña de los cubanos, o de ese puñado de cubanos que vive de espaldas a la realidad desde que nacieron, indiferentes a todo, y sobre todo resistentes a cualquier cosa que pueda desviarlos de lo único con lo que no pueden dejar de vivir: las fiestas.

Son esclavos, viven como esclavos, y como esclavos se comportan. En la época de la esclavitud y de la guerra de independencia en contra de los españoles, los esclavos sólo encontraban alivio en los festejos que se producían en los barracones, una vez por semana. Pues la tradición continúa, sin más.

El otro día afirmé en un programa de televisión que los cubanos son un pueblo que no sabe trabajar, que no trabaja, y me cayeron encima como alimañas aquellos que no son cubanos, y que no conocen al pueblo cubano. Es cierto que es malo generalizar, y que al lado de los que quieren festejar a tiempo completo, hay otros que se desviven por poder tener un empleo y por aprender a desarrollarse en ese empleo; pero yo les digo a ustedes que son pocos.

¿Se sienten culpables los cubanos por esa ansiedad festiva que los inunda? De ninguna manera, para ellos es de lo más normal que el mundo se esté cayendo que, mientras ellos puedan tragarse el buche de ron y comerse un trozo de cualquier bobería, serán felices.

Es un pueblo simple, y por eso se les ha mangoneado tan bien y tan a fondo. Es un pueblo sin culpables, todos se sienten inocentones bailando despetroncados en su interminable fiesta, cantando desaforados, gritando todavía consignas deplorables.

Es un pueblo que se cree listo, que se cree el mejor pueblo del mundo; y eso es lo peor, en el desatino en el que siempre han vivido.

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