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Rubén Osuna

2. La destrucción de la competencia

Lea también 1. Los orígenes

Primeras amenazas a Microsoft

Entretanto el CP/M de Digital Research pasaba a comercializarse en 1988 como DR-DOS, superior en calidad y prestaciones al MS-DOS y compatible con él. Por segunda vez en nuestra historia Microsoft volvía a jugar sucio: desplegaron una serie de contratos abusivos por los que la empresa de Gates llegó a ser investigada por la Comisión Europea. Microsoft daba a los fabricantes de ordenadores dos opciones: pagar por cada ordenador que vendieran, instalaran o no el MS-DOS, mediante una licencia genérica barata (ofreciendo además Word y Excel, en un “paquete blanco” junto al sistema operativo); o pagar por copias sueltas, mucho más caras. Pero eso, claro está, no diluía del todo la amenaza del DR-DOS, porque en manos de una empresa suficientemente grande, capaz de sostener una guerra de precios, podía convertirse en una amenaza seria.

De hecho esa amenaza no tardaría mucho en concretarse: en 1991 el DR-DOS fue a caer en manos de la Novell de Ray Noorda, empresa dedicada a software de redes, que compró también el procesador de textos WordPerfect (a la corporación del mismo nombre) y la hoja de cálculo QuattroPro (a Borland). Su idea era plantar cara a Microsoft mejorando su oferta: un sistema operativo más una suite ofimática a precio competitivo. Gates se dispuso a dar otro zarpazo aprovechando que la entonces incauta IBM le ofrecía participar en un proyecto para el desarrollo conjunto de un nuevo sistema operativo para los PCs similar al de Apple. Microsoft cogió el dinero de IBM, pero lo gastó en otra cosa: su Windows.

Éste sería el arma para aplastar a Novell, y es este objetivo, tanto o más que la impericia de los ingenieros de Microsoft, lo que explica la escasa calidad del producto resultante. El Windows fue inicialmente un bisoñé que funcionaba sobre DOS haciendo de intermediario entre éste y las aplicaciones comerciales, como una cuña. La gracia del asunto estaba en que el nuevo Windows saboteaba al DR-DOS, como después se supo, dando falsos pero intencionados mensajes de error para asustar al usuario. Además, las aplicaciones de la competencia que competían con el Office de Microsoft en DOS empezaban a no funcionar bien sobre Windows. Esa tenaza precipitó el fin del WordPerfect, y de Lotus, y del DR-DOS.

El fracaso de Apple

Ya sólo quedaba Apple. Ésta se hundió sola en manos de John Sculley, un vendedor de agua con azúcar de color sospechoso (Pepsi) al que Steve Jobs, el fundador sobreviviente de Apple, había convencido para dirigir su empresa, y que acabó echando al niño prodigio y quedándose con todo. El bueno de Sculley nunca entendió del todo la naturaleza del negocio, y con él las decisiones erróneas acababan siendo las más probables. Llegó a firmar un acuerdo con Microsoft por el que se le permitía copiar ciertas ideas del MacOS (Gates siempre amenazaba con abandonar el desarrollo de aplicaciones para Mac como efectivo medio de presión), pero se redactó tan mal el acuerdo que Microsoft quedó prácticamente a salvo de futuras acusaciones de plagio. No se le ocurrió proteger a tiempo sus inventos con patentes (basaron su defensa en la propiedad intelectual, error que corregirían demasiado tarde). Tampoco se atrevió a licenciar el MacOS para ser utilizado por los PC, que ya se habían quedado a finales de los 80 con casi todo el mercado. No fue capaz de plantear, con ayuda de IBM y Motorola, una alternativa a los PC a principios de los 90. Con el fracaso de Apple ¡se había acabado la competencia! Windows (ni los PC) tenían ya amenazas, era el estándar, ¡había nacido el monopolio!

Nuevas posibilidades de frenar a Microsoft, conjuradas

Pero con el tiempo surgieron dos amenazas relacionadas entre sí. La primera, Java, un lenguaje de programación pensado para los electrodomésticos inventado en 1990 por James Gosling ingeniero al servicio de Sun Microsystems, y que se utilizó en ordenadores a partir de 1993. Su primera aplicación masiva fue Internet pues Java permitía que pequeños programas funcionaran en cualquier ordenador a través de los Navegadores y Nestcape licenció esta tecnología para incluirla en el suyo. Como algunos habrán supuesto ya Internet era la segunda gran amenaza. Internet se convertía rápidamente en el lugar de trabajo, en el depósito de contenidos, y en el canal de transmisión de datos con la mediación de los navegadores. En poco tiempo, conforme la red se desarrollara, el tipo de ordenador que utilizaras daría exactamente igual.

Microsoft no podía permitirlo, y no lo permitió. Calibraron la amenaza tarde, pero sacaron las conclusiones correctas y apostaron muy fuerte: Internet debía depender de Microsoft. Y a ello se emplearon con denuedo bordeando si no traspasando los límites de la ley. Suplantaron a Netscape con Internet Explorer, que respetaba poco las normas para mostrar contenidos en Internet y establecía unilateralmente las suyas propias. Después Microsoft licenció y adulteró el lenguaje Java con elementos propios de manera que un programa hecho con Java adulterado sólo funcionara bien en Windows. Microsoft lo llamó “innovación”, pero era el parte de defunción de Java.

Rubén Osuna es profesor de Análisis Económico en la UNED

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