A pesar de que me critiquen por ello, sigo pensando que Linux ha ido siempre a remolque como escritorio apto para todos los usuarios. Sin embargo, tras muchos años en que la distancia entre Windows y el pingüino era abismal, actualmente están muy cerca el uno del otro, estando el mayor obstáculo en el hecho de que la mayoría de los usuarios actuales ya conocen el sistema de Gates y no están por la labor de esforzarse para aprender uno distinto.
Pero ahora la comunidad y las empresas que desarrollan Linux disponen de una gran oportunidad: la próxima versión de Windows posiblemente no aparezca hasta el 2006. En el intervalo aparecerán versiones beta donde se podrán observar las innovaciones en su interfaz de usuario (Aero) y su sistema de ficheros (WinFS), entre otras. Es tiempo más que suficiente para evaluar las mejores y ver si merece la pena incluirlas en el sistema operativo libre, además de ir un poco más allá. Cabe la posibilidad de que las novedades de Longhorn, cuando éste aparezca, ya lleven uno o dos años disponibles en Linux.
Una de las novedades más atractivas del próximo Windows es la reescritura de su sistema de presentación de ventanas, tratándolas como objetos en tres dimensiones, al igual que Mac OS X. Aunque la arquitectura de ventanas de Linux, las denominadas X Window, dificultan en parte la adopción de ese sistemas, ya existe un proyecto que incorporará algo similar. Y no tengo duda de que las mejoras más atractivas para los usuarios serán a su vez adoptadas. El proyecto Mono permitirá que buena parte de las aplicaciones creadas recientemente para Windows, que emplean la plataforma .NET, puedan usarse sin cambios en Linux.
Así, el principal obstáculo que se encontrará Linux en estos años será la dificultad de instalación de los dispositivos más modernos y menos estándar, debida sobre todo a la falta de controladores adecuados. Pero si logra salvar esa dificultad, puede que Longhorn salga demasiado tarde.