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El político izquierdista catalán Joan Saura defendió la mayor presión fiscal con esta constatación: “Hay mucha gente a la que no le sienta mal pagar impuestos            ”.
           
El señor Saura, como suele suceder entre la izquierda, oscurece la cuestión: no es capaz de detectar que la coacción es el problema que hay que discutir, y que quizá resulte problemática. No cabe emplear como justificación de la subida de impuestos la evidencia de que hay personas que disfrutan con su pago (algo, empero, que acaso sólo es predicable de los que pagan poco o nada). También había esclavos satisfechos con su condición, y seguramente todos rechazaríamos que se los esgrimiera como razón suficiente para no abolir la esclavitud. También hay personas que detestan pagar impuestos: ¿qué hacemos con ellas, las restamos de las admiradoras de la Agencia Tributaria?
           
La clave de los impuestos no es si a alguno le gustan y a algún otro no: se trata de que todos estamos obligados a pagarlos, en cualquier caso. De ahí, por cierto, su nombre: son impuestos, no son voluntarios. Por tanto, la tesis de Joan Saura debe ser reformulada y quedar así: “Hay mucha gente a la que no le sienta mal pagar impuestos, y en consecuencia es estupendo que se obligue a pagar también a la gente a la que le sienta muy mal pagarlos”. Así el argumento es poco defendible, pero al menos es claro.
 
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