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Reconozco que pocas veces he asistido a un proceso propagandístico tan rápido y triunfante. Hemos leído por doquier que, en la visita de George W. Bush a las tropas norteamericanas en Irak, se hizo fotografiar sosteniendo un pavo de plástico. Y, sin embargo, es mentira. La noticia original, que se publicó en el Washington Post el día 3 de diciembre, indica que, aún sirviendo de adorno, era un pavo de verdad y estaba asado de verdad. Según indica un militar useño, esta costumbre de los pavos de adorno es algo habitual en las cenas del Día de Acción de Gracias militares, en las que se sirve de buffet a cientos de personas y ese toque sirve para humanizar un poco la comida. Pero la misma noticia original y un buen montón de periódicos que la siguieron, indicaron que ponía en duda la credibilidad de la Casa Blanca. La verdad es que cuando lo leí pensé que lo que ponía en duda era la credibilidad del Washington Post y demás prensa de izquierda.
 
Lo más increíble llegó con la cobertura de la noticia en el mundo hispanohablante. Al día siguiente, medios sudamericanos como Clarín o, como no, Gramma, y otros españoles como 20 minutos, Diario de León o La Opinión de Tenerife ya informaban de que el pavo de Bush era de plástico, indicando falsamente que eso era lo que decía la noticia original. El día 5, la buena nueva fue transmitida por parte de la prensa nacional (ABC, El Mundo) aunque otros periódicos como El País y La Vanguardia la dieron correctamente. La  agencia EFE tan sólo indicaba, correctamente, que el pavo era un adorno. ¿Cómo es posible que tanta gente su pusiera de acuerdo en la misma mentira?
 
Además, en esta ocasión ganamos a los anglosajones, a quienes no se les había ocurrido falsear la naturaleza del pavo para machacar a Bush un poco más de lo normal. Fue Mark Lawson, en una columna del Guardian, el 6 de diciembre, el primero que yo tenga noticia en hablar de plásticos en la lengua de Shakespeare, popularizando el bulo en los medios estadounidenses, ingleses y australianos.
 
Para el día 8 de diciembre, la historia del "pavo de plástico" ya era una verdad establecida. El director de ABC dedicaba una tercera a poner verde a Bush, dando a la anécdota un grado de categoría tal que provocaba en él profundas reflexiones que iban de la profesión periodística a Winston Churchill: ¿tenemos los periodistas derecho a la ingenuidad, disponemos del grado de perspicacia suficiente para escrutar la verdad de la mentira, la apariencia de la realidad? Por lo que se ve, ciertamente el señor Zarzalejos carece de ella. Hace pocos días se llegó a decir en alguna tertulia radiofónica que la diferencia entre Aznar y Bush es que el jamón del primero era de verdad mientras que el pavo del segundo era de plástico. Y nadie puso en duda la afirmación.
 
Lo que debería uno preguntarse de todo este asunto es: ¿por qué se ha producido? La razón, creo, es sencilla. Los periodistas que han escrito todo esto se lo han creído porque querían creérselo. Han oído y leído que el pavo era "un adorno" y han querido entender que era "de plástico", porque eso se ajustaba mejor a su ideología y sus prejuicios. Lo importante para ellos es el antiamericanismo; la verdad puede dejarse, y se deja, en un segundo plano.
 
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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