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Guillermo Rodríguez

Enciclopedias, ¿para qué?

Los dos principales periódicos de tirada nacional, El País y El Mundo, regalarán el próximo domingo el primer tomo de su correspondiente enciclopedia. Desde El País nos tratan de vender los 20 tomos asegurando que reúnen “todo el conocimiento” repartido en 160.000 entradas, 16.000 páginas, 18.000 biografías y una actualización “a Enero de 2004”. El Mundo no escatima elogios a sus 18 volúmenes al señalar que compendian “todo el saber humano”, motivo más que justificado como para que sean un elemento “imprescindible en todos los hogares”.
 
Por supuesto habrá miles de personas que el próximo domingo, al adquirir el periódico, echen una ojeada al primer volumen y concluyan que merece la pena invertir los más de 10 euros por tomo a cambio de poder resolver cualquier duda con sólo levantarse del sillón. Los habrá, por supuesto, que supeditarán la forma al fondo al comprobar si el color de las tapas hace juego con las cortinas, la tapicería del sillón o el color de la estantería. Y es que hay gente para todo.
 
No es necesario esperar al próximo domingo para comprobar si merece o no la pena adquirir todos los volúmenes de la enciclopedia que tratan de vendernos. Porque la respuesta es no. Un no rotundo.
 
Estamos en 2004. Según la última oleada del Estudio General de Medios (EGM), la penetración de Internet en España alcanza al 30 por ciento de la población, hasta los 14 millones de usuarios. Por si no fuera suficiente, el número de líneas ADSL instaladas supera el millón y medio en todo el país, apuntan datos de Telefónica. España está razonablemente conectada y muchos de sus habitantes tienen la posibilidad, gracias a su conexión de banda ancha, de dejar su ordenador conectado a la Red las 24 horas del día los 365 días del año. 
 
Lo que lleva a apuntalar que el gasto en una enciclopedia es, a día de hoy, absolutamente innecesario. Porque en Internet pueden encontrarse muchas más de las 18.000 biografías que nos anuncian, y la actualización no se estanca en enero de 2004. A diferencia de la enciclopedia, Internet se renueva cada día, cada hora, cada minuto.
 
Si a un internauta le asalta una duda semántica u ortográfica puede acudir a la página de la Real Academia de la Lengua (otro gasto innecesario, el de su diccionario de papel, al menos hasta que la RAE mantenga su servicio on line de forma gratuita), si no recuerda qué actor interpretó tal o cual película puede teclear la dirección de Internet Movie Database, y si quiere ampliar información sobre su cantante favorito acudir a Allmusic.com. Pero es que estos ejemplos son tremendamente reduccionistas. Porque la enciclopedia del siglo XXI se llama Google, es gratuita y no está en papel. No hay nada que se le escape al buscador más famoso del mundo. No tiene competencia, ni en precio ni en calidad.
 
En mi caso no compraré ni un solo tomo de las enciclopedias. Y si algún amigo me pide consejo, le recomendaré que tome la misma decisión. Si realmente pretende acceder a “todo el saber humano” es preferible que invierta el dinero en un buen ordenador y en una suscripción a cualquier servicio de banda ancha. No sólo podrá resolver todas las dudas que le asalten, sino que además tendrá la posibilidad de utilizar los miles de servicios que por defecto, ofrece Internet. A buen seguro le saldrá a cuenta.

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