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José Carlos Rodríguez

La Pasión de Cristo, según Mel Gibson

El día 2 de abril se estrenará en España la película La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, más de un mes más tarde de que lo haya hecho en los Estados Unidos, y no después de que aquí haya despertado una vivísima polémica, o para ser más preciso, varias. La principal se refiere a su posible antisemitismo. También se le ha criticado la violencia con que relata la pasión de Jesús, que la distingue de las anteriores versiones. Las televisiones hacen constante referencia a la película, al igual que las emisoras de radio y los medios de prensa e internet. Un revuelo sorprendente para una película rodada en arameo y latín.
 
Por lo que se refiere a la primera crítica, ha sido lanzada por varios grupos y personalidades judíos y recogida por algunos medios de comunicación, notablemente por el New York Times. Está basada en que el director habría destacado la culpabilidad de éstos en el apresamiento, tortura y muerte de Jesús. Prueba de ello es el haber recogido una frase del evangelio (San Mateo 27,25) en la que tras exigir a Pilatos su crucifixión, los judíos allí presentes gritan “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Esta frase, recalcan las críticas, ha sido utilizada en el pasado como motivo de condena a los judíos. A ello se añade que el propio padre de Mel Gibson padece esa enfermedad moral que es el antisemitismo.
 
Sin embargo la acusación no parece en absoluto válida. La frase procede del Evangelio y no es más culpable de antisemitismo que el mal uso que de ella se haya dado. Además Gibson ha sido sensible a las críticas y no la ha incluido en los subtítulos, por lo que a gran parte del público pasará desapercibida. A ello hay que añadir varios hechos evidentes. Jesús era judío, de madre judía y padre putativo judío. Sus discípulos fueron exclusivamente judíos durante un tiempo incluso después de su muerte. A Simón, quien le ayuda en la carga de la cruz, uno de los centuriones le llama en la película judío. Y el pueblo, mayoritariamente mujeres, que le acompañaba y se compadecía con Jesús, también lo era. A ello hay que añadir algunos factores menos evidentes, como que 25 de los 27 libros del Nuevo Testamento están escritos por judíos. Pero es éste un pueblo con cuatro mil años de conciencia propia, perseguido en multitud de sitios y períodos históricos, y ello quizás ha llevado a muchos a una prevención excesiva, aunque explicable. Por otro lado, nadie se siente heredero de los romanos de entonces, que aparecen al espectador como auténticos sádicos, con las lógicas excepciones. Está realizada sobre el rigor histórico; el propio Papa exclamó al terminar de ver la película en un pase privado, ¡fue así!, y lo cierto es que sigue muy de cerca y con pocas e insignificantes licencias los textos de los Evangelios, especialmente los de San Lucas y San Juan.
 
La otra gran crítica se refiere a la violencia sobre el cuerpo de Jesús y a lo explícito y descarnado de la misma. Pero por un lado no parece exagerada en la filmación, y por otro todos los castigos inflingidos sobre Jesús, con señales que la película hace evidentes, no hacen sino indicar la medida del sufrimiento del personaje. Esto es importante, no ya por motivos teológicos, sino por la propia concepción de la película, y por el sentido que de la misma ha querido dar su creador, Mel Gibson. Éste ha confesado haber estado al borde del suicidio; lo único que le quitó la idea de la cabeza fue darse cuenta del sufrimiento de Cristo, y su aceptación para la expiación de los pecados de los hombres. Esta experiencia le salvó la vida “literalmente”, dice el actor y director australiano, y espera que su película pueda servir a otros que se también encuentren en el debate moral del suicidio. Además, desde el punto de vista cinematográfico, el director ha tenido el acierto de intercalar flashbacks sobre pasajes anteriores de la vida de Jesús, lo que ofrece al espectador un descanso del evidente sufrimiento del condenado.
 
Pero estas polémicas no han sido cerradas, y puede que otras sobre la película surjan en el futuro. Una ya se está apuntando, y es la que se refiere a una posible “caza de brujas” sobre el australiano, término que no deja de ser paradójico dado el tema de la filmación. Los directivos de DreamWorks Jeffrey Katzenberg y David Geffen tienen claro que nunca van a volver a contratar al actor/director. “No importa lo que yo diga. Sólo lo que haga. Y haré algo. No lo volveré a contratar. No apoyaré nada de lo que él sea partícipe. Personalmente es todo lo que puedo hacer”. En general la película no ha caído bien en Hollywood, por el peso de dos sectores dominantes en esa industria: los judíos, por las razones expuestas, y la progresía, por otras muy distintas. Mel Gibson es un conservador que siempre ha hecho gala de su fe. Y el posible efecto de la filmación sobre parte del público, un renacimiento del sentimiento religioso y con él de la atención a la Iglesia y a sus mensajes. No se encuentra la institución bimilenaria entre las preferidas de la grey hollywoodiense. Este motivo no se ha hecho explícito y sólo se puede presumir. En qué quede el temor de la vuelta de las listas negras al cine americano sólo lo sabremos con el paso del tiempo. Por ahora, lo que tenemos en la pantalla es la mejor película hecha sobre la más grande historia jamás contada. No se la pierdan.

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