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Daniel Pipes

Arreglando el Islam

La guerra global contra el terrorismo no puede ganarse solamente con contraterrorismo; también requiere el convencimiento de los terroristas y de sus simpatizantes de que sus objetivos y métodos son defectuosos y estériles. ¿Pero cómo se va a hacer esto?
 
Al enfocar las fuentes ideológicas y religiosas de violencia, opino: "El objetivo inmediato de la guerra debe ser destruir el Islam militante y la meta final de la guerra la modernización del Islam". Sin embargo, no he resuelto las implicaciones detalladas de esta política.
 
Lo que explica mi placer al encontrar que Cheryl Benard de la RAND Corporation ha hecho justamente esto, publicando los resultados en un pequeño libro titulado Islam Democrático Civil: Socios, Recursos, y Estrategias.
 
La Señora Benard reconoce la impresionante ambición en el esfuerzo de modernizar el Islam: Si la construcción de una nación es una tarea desalentadora, observa, la construcción de una religión "es inconmensurablemente más peligrosa y compleja". Algo nunca intentado antes; entramos en un territorio virgen.
 
Islam Democrático Civil cubre tres temas: acercamientos rivales musulmanes al Islam; qué enfoque contribuye más a una versión moderada del Islam; y recomendaciones políticas para los gobiernos occidentales. Como otros analistas, Benard halla que en lo referente a su religión, los Musulmanes se dividen en cuatro grupos:
 
Fundamentalistas, que, a su vez, se dividen en dos. Los radicales (como los talibanes) están listos para recurrir a la violencia en un intento de crear un orden totalitario. Los de las escrituras (como la monarquía Saudí) están más arraigados en un acuerdo religioso y son menos propensos a recurrir a la violencia.
 
 Tradicionalistas, que también se dividen en dos. Los conservadores (como el Gran Ayatolá Ali al-Sistaní en Irak) intentan preservar normas ortodoxas y el viejo código de conducta lo mejor que pueden. Los reformistas (como los gobernadores kuwaitíes) tienen los mismos objetivos tradicionales pero son más flexibles en los detalles y son más innovadores a la hora de llevarlos a la práctica.
 
Modernistas (como Muammar Gadhafi de Libia) asumen que el Islam es compatible con la modernidad y después trabajan a la inversa para demostrar este punto.
 
Seculares, de nuevo se dividen en dos. La corriente principal (como los ataturquistas en Turquía) respeta la religión como un asunto privado pero no le permite papel alguno en la escena pública. Los radicales (como los comunistas) ven la religión como algo falso y la rechazan por completo.
 
La autora da vida a estos puntos de vista en una presentación elegante y convincente, mostrando sus diferencias en todo, desde el establecimiento de un estado Islámico puro hasta que los maridos tengan derecho a pegar a sus esposas. Brega acertadamente en valores y formas de vida, encontrando que la falta de disimulo ante la poligamia es un escenario mucho menos común que ante el uso de la violencia.
 
¿Con cuál de estos grupos es más conveniente aliarse?. Los modernistas, dice Benard, son "los más afines a los valores y el espíritu de la sociedad democrática moderna". Los fundamentalistas son el enemigo, porque "se oponen a nosotros y nos oponemos a ellos". Los tradicionalistas poseen elementos democráticos potencialmente útiles pero generalmente recurren demasiado a los fundamentalistas como para confiar en ellos. Los seculares son también a menudo demasiado anti-occidentales como para equilibrar el Islam. Entonces Benard propone una estrategia de construcción de religión con varios picos:
 
Deslegitimar la inmoralidad y la hipocresía fundamentalistas. Animar la divulgación de la investigación de sus líderes. Criticar los defectos del tradicionalismo, especialmente su promoción del atraso.
 
Apoyar a los modernistas primero. Apoyar a los seculares sobre una base caso por caso. Contraponer tácticamente a los tradicionalistas con los fundamentalistas. Oponerse constantemente a los fundamentalistas.
 
Promover asertivamente los valores de la modernidad democrática occidental. Animar a instituciones cívicas y culturales seculares. Centrarse en la generación siguiente. Proporcionar asistencia a los Estados, grupos, e individuos con actitudes apropiadas.
 
Estoy de acuerdo con el enfoque general de la señora Benard, poniendo en duda solamente su entusiasmo por los modernistas musulmanes, un grupo que durante dos siglos de esfuerzo fracasó en ayudar a reconciliar el Islam con la realidad actual. H.A.R. Gibb, el gran orientalista, condenó el pensamiento modernista en 1947 como embarrado en "confusiones intelectuales y romanticismo paralizante". Al escribir en 1983, desprecié el modernismo como "un movimiento cansado, atascado por la insonoridad de sus premisas y argumentos". Nada ha cambiado para mejor desde entonces.
 
En vez de los modernistas, propongo únicamente a los seculares comunes como los musulmanes de miras amplias que pueden sacar a sus correligionarios de su actual sumidero de desesperación y radicalismo. Los seculares empiezan con la promesa cumplida de desenmarañar la religión de la política; eso no solamente ha servido bien para el mundo occidental, sino que también ha funcionado en Turquía, la historia de éxito musulmán de nuestro tiempo.
 
Solamente cuando los musulmanes se vuelvan al secularismo, esta terrible era de su historia acabará.

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