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Legitimidad y estupidez

Los ideólogos del nuevo gobierno del PSOE ya se han puesto a trabajar para justificar la retirada del contingente español desplegado en Irak. Se dice, en un alarde de sofisticación, que se trataría de una decisión legítima. Y nadie se lo puede discutir, porque, dependiendo de la voluntad del gobierno de turno, sería tan legítima como la que se tomó en su día por Aznar de enviar las tropas a la zona. Constitucionalmente es el Ejecutivo el responsable de la política exterior y de seguridad de la nación. Al principio de legitimidad se le añade, no obstante, otra noción que ensombrece la capacidad intelectual de los nuevos fontaneros: la autonomía de decisión. Lo que habría que preservar, en su opinión, es la capacidad del gobierno socialista para adoptar las decisiones de manera libre. Es de suponer que asumen que José María Aznar tomó las suyas presionado, chantajeado y constreñido por fuerzas diabólicas externas.
 
Pero el problema de fondo de este planteamiento, que no puede calificarse más que de pueril, no es discutir ninguno de los dos conceptos, tan válidos para Zapatero como para los anteriores gobiernos, sino dejar de relieve que actuando legítimamente y de manera autónoma se pueden cometer estupideces, pues ambos principios no aseguran que lo que se decide sea correcto ni inteligente.
 
Imaginemos por un instante que las tesis de Chirac y Zapatero hubieran triunfado hace año y medio y que el derrocamiento de Saddam no hubiera tenido lugar. ¿Cuál sería la situación actual? Pues que medio mundo (del cual todo los occidentales) estaría altamente preocupado con un Saddam burlador del embargo y las sanciones y del que todos sospechaban estaba desarrollando armas de destrucción masiva. Existieran éstas finalmente o no, cosa que se puso en duda sólo tras el final formal de la guerra y nunca antes, la imagen que proyectaría ese Irak con Saddam cómodamente instalado en su sillón presidencial resultaría poco tranquilizadora en Teherán (que tendría que acelerar su programa nuclear) y en Israel (sometido a su amenaza directa), poco edificante en Corea del Norte (que asumiría que proliferar no conlleva costes) y en Libia. Por no hablar de la esponsorización directa del terrorismo suicida palestino. ¿Es eso lo que hubieran preferido los intelectuales orgánicos socialistas?
 
Cuando cambian las circunstancias hay, por fuerza, que modificar los análisis y las políticas. Y sin cuestionar la promesa electoral de retirar las tropas de Irak, parece poco razonable asirse a ese planteamiento tras todo lo sufrido por España desde el 11-M. Huir de Irak es legítimo y demuestra autonomía de decisión. No es cobardía, es simple y llanamente estupidez. ¿Cuál es el beneficio para Irak de nuestra retirada? ¿Cuál es el beneficio para España? De momento sólo se ven costes.
 
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

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