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En la excelente película Cadena perpetua, el personaje de Morgan Freeman, después de salir de la cárcel tras una larga condena, comenta: "llevo cuarenta años pidiendo permiso para ir a mear y ya no puedo hacerlo si no me lo dan. Es una realidad durísima". Y es que no se es libre de hacer algo si se debe pedir permiso para hacerlo y esperar a que te lo concedan, aún cuando lo concedan siempre.
 
En un país de consenso socialdemócrata como el nuestro, uno no puede ser médico, abogado o farmacéutico sin pedirle permiso a Papá Estado y sus ayudantes. Tampoco, por lo que se ve, se pueden ofrecer servicios de telecomunicaciones. La sanción de la CMT al Ayuntamiento de Atarfe no fue debida al motivo de la denuncia, la violación de la libre competencia, sino a que no había pedido permiso para ofrecer acceso Internet.
 
No obstante, no tiene mucho motivo de queja dicho consistorio. La misma ideología que considera que los ciudadanos son idiotas y no pueden renunciar voluntariamente a la sociedad del conocimiento si no les interesa, es la que asume que los ciudadanos son demasiado tontos para informarse y decidir por sí mismos a quién adquirir bienes y servicios sin que antes el Estado conceda graciosamente el derecho a ofrecer esos bienes y servicios. Es el mismo pensamiento que desprecia la capacidad del hombre para decidir qué necesita y obtener los medios para obtenerlo la que se otorga la arrogante capacidad de decidir por ellos qué bienes son "derechos irrenunciables".
 
Como buenos políticos demagogos, los caciques de la población granadina consideran que los operadores tienen una "postura monopolista y antisocial" frente a ellos que son muy innovadores y estupendos. Creo que todos recordamos cuando las telecomunicaciones eran públicas y podían tardar años en ponerte una línea de teléfono. Ese es el mundo al que nos quieren devolver en nombre "del pueblo". Como siempre.
 
 
Daniel Rodríguez Herreraes editor deProgramación en castellano.

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