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Alberto Recarte

La confianza amenazada

El crédito hipotecario continúa creciendo a tasas superiores al 20%, mientras las ventas de automóviles mantienen cifras récord y los cotizantes a la Seguridad Social alcanzan un nuevo máximo de 17.135.324 a finales de mayo. Estos son los datos con que contamos. Simultáneamente, también es una realidad –mitigada por la revaluación del euro– la subida de los precios de los combustibles, la amenaza de Kioto y la dependencia de parte del crecimiento mundial de lo que ocurra en China y la India.
 
Por otra parte, la sociedad española está llena de rumores y datos, de difícil cuantificación en este momento, pero que sí pueden tener relevancia económica: es impresionante el número de oficinas en venta o alquiler y, desde hace algunas semanas, también el de viviendas, al tiempo que muchos comercios se quejan de caída en las ventas –pero este lamento es incompatible con los datos que demuestran que el consumo sigue creciendo–, y son muchas las empresas industriales que avisan de debilidad en sus carteras de pedidos y en su facturación, aunque probablemente ocurre que están siendo sustituidas por suministradores más baratos situados fuera de España.
 
Todas las economías crecen cuando hay confianza en el futuro, pues las decisiones más importantes, las de ahorrar e invertir, descansan en esa mezcla de cálculo racional y de ánimo que es lo que denominamos confianza. Quizá lo que está ocurriendo es que la tremenda fortaleza de nuestra economía se mantiene, pero que la confianza de los españoles se ve obligada a reafirmarse cada día ante los ataques que sufre por la incontinencia verbal, las incoherencias y las contradicciones del conjunto de personas que forman el gobierno de la nación, el equipo dirigente del PSOE y las de los partidos nacionalistas.
 
El gobierno socialista no se ha autoconcedido ni cien días para reflexionar sobre cuál debería ser su política. La vicepresidenta del gobierno regaña públicamente a Solbes, el otro vicepresidente, por no saberse el programa –desaparecido en la red, como todos ustedes recuerdan, tras el 14 de marzo– en relación con las limitaciones a las aperturas de los comercios en festivos. La inefable ministra de la vivienda, totalmente descontrolada, tan pronto habla de viviendas, como de actuaciones, como de soluciones habitacionales, como de suprimir desgravaciones fiscales a la compra, para tener que aclarar al día siguiente que las modificaciones no afectarán a los que tienen concedida actualmente esa desgravación; y propone, sin otro modelo que las experiencias limitadas de Extremadura y País Vasco, la creación de una Agencia estatal de alquiler, obviando que, en estos años, la inmensa mayoría de las autonomías y ayuntamientos –de todos los colores– han liquidado su patrimonio de viviendas para alquiler por la imposibilidad de hacer una gestión mínimamente eficaz, dado el funcionamiento de la Justicia y la dificultad de poner coto a la corrupción y los abusos de administradores y administrados.
 
La actuación de las ministras-cuota, en particular las de Vivienda, Agricultura y Fomento, –y de la propia vicepresidenta-cuota– son un buen ejemplo de los embates que inesperadamente tiene que soportar la confianza de los españoles en el futuro; la cual, afortunadamente, por el momento, se mantiene.
 

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