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Cristina Losada

Un dejà vu

A los conservadores se les permite existir, e incluso votar, que ya es condescendencia, y se les tolera únicamente si se quedan calladitos o aceptan con alegría su sometimiento

Ni en sus ataques a Internet son originales. Ya en 1995, los "fontaneros" de los Clinton, en un documento que diseñaba tácticas de comunicación para encubrir los escándalos que oscurecían el halo glamouroso de la pareja presidencial, identificaron a los medios de Internet como peligrosos escollos para el poder de sus amos. Y en 1998 la propia Hillary anunció que la Red necesitaba vigilancia y controles. Igualito que ahora en España, donde el conglomerado mediático-político dominante ha empezado a afilar los cuchillos para clavárselos a aquella parte de los medios que se le escapa de las manos.
 
También en los USA el ataque a la libertad de expresión y a la libertad de prensa se emprendía para contrarrestar una supuesta "conspiración de la derecha" y para acabar con los "libelos", "rumores" y "noticias inventadas", por citar términos que se han empleado en nuestro país estos días y que, curiosamente, no se referían a aquellas "informaciones" sobre los terroristas suicidas del 11-M ni a aquel golpe de Estado que iba a dar el PP suspendiendo las elecciones. Esto, por cierto, se difundió por la Red, pero lo hizo gente amante del rigor, la honestidad y la verdad ante todo, por lo que no se sintió obligada ni a comprobar ni a rectificar nada.
 
En los noventa, en los Estados Unidos, los medios de Internet se hicieron un hueco en el panorama mediático por dos sencillas razones: una, que eran los únicos que aireaban los trapos sucios de la era Clinton o mantenían viva la información sobre ellos cuando los grandes medios ya los habían enterrado; dos, que conectaban con sectores de la opinión pública que habían sido marginados y silenciados por unos medios escorados hacia eso en que ha devenido la izquierda: una seudoideología promovida por una casta de gran poder económico y político que enarbola la bandera del "progresismo", lo cual sólo responde a la realidad si se refiere a su propio progreso, cifrado en su monopolización del poder.
 
En España, donde de resultas del franquismo, la hábil propaganda de unos y los complejos de otros, se ha dado una sobrevaloración de la izquierda como ideología y opción política, la campaña contra los medios de Internet apunta, sobre todo, a su tendencia política. ¡Son de la derecha! gritan escandalizados. Y añaden, para redondear el efecto "vade retro": ¡de la "más reaccionaria"! Cuando hay pocas cosas más reaccionarias que las ideas que hoy defiende la izquierda. Pero en España, sólo la izquierda, o lo que bajo tal nombre se presenta, tiene derecho a difundir su credo, faltaría más. A los conservadores se les permite existir, e incluso votar, que ya es condescendencia, y se les tolera únicamente si se quedan calladitos o aceptan con alegría su sometimiento. Para estos censores, la libertad de expresión va por barrios. Y así pueden defender, sin que les quite el sueño, a Noam Chomsky, por el apoyo que ha dado a la libertad de expresión de los neonazis.
 
Las vicisitudes de la cruzada de los Clinton contra los medios de Internet las cuentaRichard PoeenHillary secret war. The Clinton Conspiracy to muzzle Internet journalists(La guerra secreta de Hillary. La conspiración de los Clinton para amordazar a los periodistas de Internet). Casi una década después, el resultado está a la vista: los medios que intentó cargarse la encantadora pareja son hoy más pujantes que entonces.

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