Menú
Álvaro Martín

Bush country

En cuanto a George W. Bush, con ser idiota, es una máquina de ganar elecciones para él y para el Partido Republicano. Es meridianamente claro, con perspectiva histórica, que el primer Presidente Bush sólo estuvo calentando la silla para el segundo

Por un momento pareció que la reelección de George W. Bush como Presidente por el anticuado procedimiento de votar por él en las urnas no era sino la primera vuelta de las elecciones americanas y que en semanas subsiguientes asistiríamos a la segunda: la judicial. La única convincente o posible para los demócratas –perdedores en 1998, 2000, 2002 y 2004– desde la reelección de Clinton en 1996. Si los cuatro años precedentes servían de guía, el Comité Nacional Demócrata podría estar analizando la posibilidad de que cientos de miles de votantes demócratas en Ohio hubieran sido secuestrados por alienígenas de camino a las urnas y hubieran amanecido en Buffalo. O que el genio perverso de Karl Rove hubiera estado detrás de los sondeos a pie de urna que predecían una victoria del Senador por Massachussets con el objetivo de desmovilizar al electorado demócrata que ya veía el partido ganado. O, especialmente, la eventualidad de declarar inconstitucional y antiamericano (como diría Teresa Heinz) el requisito de que cada elector sólo puede votar una vez por ser irreconciliable con la libertad de expresión y los derechos de las minorías. Cada uno de esos supuestos, si duda, apuntaba a lo espeso e intrincado de la conspiración republicana que los 4.200 abogados demócratas en Ohio se proponían desentrañar en la segunda vuelta de estas elecciones. Al final, Kerry concedió su derrota ante las matemáticas, que no ante el Presidente, a quien aleccionó sobre la fractura del país (como si se tratara de un fenómeno geológico y no de cuatro años de mitos y leyendas legados por su "michaelmoorificado" partido al resto del mundo).
 
Entretanto, de vuelta en el planeta tierra, a algunos se nos podría perdonar el valorar el titubeante comportamiento postelectoral del ticket Kerry-Edwards ante una diferencia infranqueable a todas luces, con el paternal apoyo de los grandes medios de comunicación, como un último intento de explorar posibles cortinas de humo que disimularan la magnitud descomunal de su derrota. Porque la trascendencia de la victoria de George W. Bush se expresa en términos como los que siguen:
 
1. El 43 Presidente ha ganado el voto popular por más de tres puntos porcentuales (51% a 48%) y tres millones y medio de votos (58,1 contra 54,5 millones). Al Gore ganó en voto popular en 2000 por 300.000 votos, a los que hay que sumar el 3% que entonces votara por Ralph Nader, de quien se supone arañó votos que hubieran sido demócratas. Nader ha desaparecido del mapa electoral, lo que quiere decir que, en términos de porcentaje del voto popular, Bush ha aumentado en más de un 6% del electorado su apoyo (que equivalen grosso modo a la población de Suecia).
 
2. Nunca un candidato había sido elegido en EEUU con los más de 58 millones de votos que ha conseguido el Presidente en esta ocasión.
 
3. Desde 1900, cuando el republicano McKinley ocupaba la Casa Blanca, ninguno de los dos grandes partidos ha conseguido revalidar simultáneamente la Presidencia, el Congreso y el Senado (en las tres instancias, los republicanos han expandido su hegemonía).
 
4. La debacle demócrata se completa con la derrota de Tom Daschle, la hasta ahora máxima autoridad institucional del Partido Demócrata como líder de la minoría en el Senado, que ha perdido su escaño en Dakota el Sur y, de paso, su carrera política (cuitas todas ellas a compartir con los Senadores Kerry y Edwards). Es la primera vez en 50 años que un líder de cualquiera de los dos partidos en ambas cámaras no es reelegido.
 
5. Desde el final de la Reconstrucción –el periodo que media entre el final de la Guerra Civil en 1865 y 1876– nunca el Partido Republicano ha sido tan fuerte, institucional y políticamente, ni el Partido Demócrata más débil.
 
El comportamiento de los medios de comunicación estadounidenses durante la campaña electoral merece capítulo aparte, desde la colusión entre CBS y la campaña demócrata para difundir documentos burdamente falsificados sobre el servicio militar de Bush, hasta la nueva convergencia entre CBS, New York Times y la misma campaña para propagar el grotesco bulo de la desaparición de 400 toneladas de explosivos la semana pasada. Y pasando por las instrucciones explícitas del Redactor Jefe de Informativos de la cadena ABC, Mark Halperin, a sus corresponsales al objeto de sesgar la información a favor del Senador Kerry. O la censura por CNN y otras empresas de comunicación de secciones del último video de Bin Laden –por ejemplo aquélla donde el jefe de Al Qaeda amenaza específicamente a los estados que voten republicano– a fin de que ese embarazoso apoyo al Senador Kerry no se notara demasiado.
 
Los sondeos a pie de urna constituyen un llamémosle infortunio, con precedentes en cuanto a la calidad, aunque sin ellos en cuanto a la cantidad. Esos sondeos, efectuados por empresas del ramo por cuenta de las grandes cadenas, otorgaban la victoria a Kerry por un margen muy holgado. La añagaza ya se ensayó en las elecciones al Congreso de 2002. Ahora la manipulación se ha corregido al alza. Hay que tener encuenta que la oscilación entre los sondeos y la votación real es de entre 8 y 10%, muy por encima del margen de error estadístico. De toda evidencia, se trata de una manipulación deliberada con los objetivos habituales. Primero, imbuir al electorado republicano de un "ennui" existencial ante la certeza de la derrota que les desanime de la idea de votar. Segundo: sembrar la semilla que luego generará la acusación de fraude a las autoridades electorales en el caso de victoria final de Bush. Tercero: convertir el resultado final de las elecciones en parte de una contradictoria secuencia de resultados parciales que se confunden en una nebulosa de cifras en la percepción del público. La segunda parte de este entretenido deporte mediático giró, mientras la cosa tuvo cuerda, en torno a la tímida renuencia de esos mismos medios de comunicación (ABC, CBS, CNN, New York Times, Washington Post, LA Times, Boston Globe y ad infinitum) a declarar la victoria del Presidente en Ohio, a pesar de superar los 2 puntos porcentuales y los 125.000 votos de margen. Esos tímidos medios no tuvieron el menor empacho en declarar la victoria de Kerry en Wisconsin, Michigan o New Hampshire, donde la presunta victoria del Senador ha sido mucho más ajustada que la de Bush en Ohio (en New Hampshire, además, por el registro fraudulento de votantes demócratas de Massachussets en el estado vecino).
 
Durante cuatro años, el Partido Demócrata se ha echado en brazos de Howard Dean, Michael Moore y Sean Penn. Ha suministrado el material de construcción de los ridículos palacios oníricos antiamericanos para el resto del mundo. Todos los estereotipos que estos personajes han difundido sobre la Administración Bush (unilateral, venal, imperialista, conspiratoria, idiótica) se corresponden con los estereotipos antiamericanos de curso obligado en Europa. No creo que pase demasiado tiempo antes de que el sector menos psicótico del Partido Demócrata (Hillary Clinton, Joseph Biden, Evan Bayth, Joe Lieberman) extraiga las conclusiones sobre esta estrategia, su coste para América y sus beneficios para el Partido.
 
En cuanto a George W. Bush, con ser idiota, es una máquina de ganar elecciones para él y para el Partido Republicano. Es meridianamente claro, con perspectiva histórica, que el primer Presidente Bush sólo estuvo calentando la silla para el segundo. Cuando el 43 Presidente haya abandonado la Casa Blanca en enero de 2009 habrá transformado la política de su país en unos términos conmensurables, al menos, con los del legado de Ronald Reagan.
 
Hasta entonces, el espectro de Abraham Lincoln, el primer Presidente republicano, continuará bien acompañado en la Casa Blanca.

En Internacional

    0
    comentarios