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Eduardo Pedreño

Periodismo gaseoso

Durante el burbujeante año 2000 un emprendedor del e-business me resumía de forma inteligente el estado de los negocios en la Red. Para él, los recién nacidos negocios electrónicos se encontraban, en su mayor parte, en estado gaseoso. De ahí debían pasar a un estado líquido y tras una transición al sólido, hasta equipararse con los negocios de toda la vida o ser incluso absorbidos por ellos. La metáfora es válida y acertada a día de hoy, cuando vemos que todavía una buena parte del mundo virtual vive una evolución parecida y todavía no sabemos en qué devendrá su gasificación. Naturalmente, también hay negocios que se han solidificado con los años y son auténticos modelos.
 
Con el periodismo digital la evolución no ha sido revolución y ni siquiera hemos pasado al estado líquido. Seguimos en el gaseoso, por muchos factores que no me entretendré en analizar. En primer lugar, los medios tradicionales siempre han sido completamente reactivos con el fenómeno, y cuando han intentado salirse de sus esquemas mentales han fracasado estrepitosamente. El principal problema es que de los medios que han nacido proactivamente en la Red muy pocos tenían vocación de medios de referencia –exceptuando a Libertad Digital, de cuyo modelo se puede discutir mucho pero no de su indudable vocación–, sino de chiringuitos más o menos bien avenidos con unas ambiciones muy limitadas en la calidad y planteamientos cortoplacistas que les permitieran hacerse con un hueco en el mercado publicitario. La ecuación ha dado como resultado todo tipo de engendros de mayor o menor calibre, pero escasa vocación de periodismo de calidad. De ahí surgen los confidenciales, los aspirantes a New York Times basados en eso que se ha dado en llamar sindicación (simple cortaypega de unos medios a otros), los medios individuales e individualistas; y de la necesidad de cautivar a la audiencia surgen las historias no contrastadas, las opiniones peregrinas en boca del oportunista de turno, los grandes egos de periodistas huidos (o echados) de la redacción tradicional, los francotiradores de la información, y todo tipo de ejemplos de periodismo gaseoso que han restado seriedad al periodismo digital hasta extremos insospechados y que, además, intentan figurar como víctimas de un sistema que no les comprende. No, el problema del sistema es que no ha sabido distinguir, con lo cual ha sido completamente incapaz de apreciar.
 
Así que el panorama, con escasas excepciones, es de un periodismo gaseoso, incapaz de madurar porque no está preparado para ello, y eternamente vendido a los egos de unos y a las limitaciones impuestas por modelos de periodismo que podrían calificarse como cualquier cosa salvomainstream. Es loable que muchos medios digitales se resistan cual gato panza arriba a ser los apestados de la Red, pero ciertas guerras se ganan con hechos y no con declaraciones altisonantes, victimismo trasnochado e, informativamente, más de lo mismo: falta de profesionalidad, de seriedad, sindicación (mucha sindicación) y manos extendidas a quienes pagan todas las fiestas. Así no hay modelo que se solidifique.

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