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Federico Jiménez Losantos

Los falangistas que necesitan Zapatero y Polanco

El Gobierno y el aparato de propaganda polanquista necesitan inventar o magnificar una extrema derecha que apenas existe para luchar arteramente contra la derecha democrática y liberal que sí existe

La agresión sufrida por el colaborador de “El País” Santos Juliá, Santiago Carrillo y otras personalidades izquierdistas en la presentación del libro del primero “Historia de las dos Españas” es, en primer lugar, un hecho execrable, propio de los actos de repudio de los matones de Fidel Castro, y que, como ellos, precisa una condena inequívoca e inapelable. Hay que detener a ese pequeño grupo de falangistas que agredió a los que en una librería se reunían y hay que aplicarles con el máximo rigor el Código penal. Punto.
 
Hay otro aspecto que hace aún más repugnante la actuación de estos matones y es el servicio que prestan al Gobierno y sus aliados izquierdistas así como al poder fáctico que les apoya, el imperio Prisa de Jesús de Polanco, cuyos orígenes intelectuales y empresariales son genuinamente franquistas. Es empeño reiterado del PSOE y del polanquismo crear una extrema derecha que debilite electoralmente al PP y lesione la imagen de los medios de comunicación que combaten la aplastante hegemonía prisaica. Y, de hecho, le ha faltado tiempo al diario de Polanco para imputar a los “predicadores del odio”, radiofónicos, intelectuales y políticos, la responsabilidad de esa agresión. Se refiere indudablemente a los Haro Teccglen, Delgado y colegas de la SER que, por fin, han conseguido una excusa para identificar a la derecha liberal con la fascista y atacarla. A la liberal, claro está. La fascista les viene muy bien y la van a mimar con esplendidez.
 
Tras las continuas provocaciones a la derecha democrática y liberal que han supuesto el homenaje a Carrillo, organizado por periodistas del grupo de Polanco; el numerito paralelo del desalojo de la estatua de Franco, jaleado por el grupo de Polanco; y la mínima movilización profranquista que le siguió, magnificada por el grupo de Polanco; llega ahora ese asalto a una librería de Polanco, un autor de Polanco y el propio Carrillo, que permiten al polanquismo rasgarse jeremíacamente las vestiduras por lo que no sería sino el autocumplimiento de sus profecías identificando al PP y la COPE con el franquismo. Pues bien: o no se las creían y por eso montaron ese acto sin la menor seguridad para los asistentes; o desde el Gobierno se ha descuidado deliberadamente la protección del acto para luego poder manipular esa agresión. Dada la fácil infiltración policial en los grupos de extrema derecha, demostrada a propósito de los “skinhead”, es inverosímil que la policía no supiera lo que se preparaba o no pudiera preverlo. Sucede que le convenía al Gobierno y, casualmente, ha sucedido. Después del 11M y del 13M, en la España de Polanco y Zapatero cabe todo menos la presunción de inocencia progre.
 
Esto no significa que los agredidos estuvieran al tanto de la agresión, nada más absurdo que suponerlo. Pero sí que el Gobierno y el aparato de propaganda polanquista necesitan inventar o magnificar una extrema derecha que apenas existe, salvo en grupos insignificantes y perfectamente manipulables, para luchar arteramente contra la derecha democrática y liberal que sí existe y que, tanto en la política de partido como en los medios de comunicación y la producción intelectual, constituye su único enemigo real. Los falangistas culpables de la agresión hicieron un gran servicio propagandístico a los que se supone querían agredir. Alí Agca es la prueba de que una extrema derecha poco más que virtual siempre ha sido un aliado imprescindible de la izquierda absolutamente real. La pinza antiliberal entre socialistas y falangistas es el sueño de unos y sirve a los otros. Pero sólo tendrá éxito si la provocación logra que los liberales nos inhibamos en la denuncia de Paracuellos y de los agresores de Carrillo. De la maldad y de la idiotez.

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