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Alberto Míguez

Bonjour, Chirac

Los franceses le han pegado una patada en trasero a Chirac, a su modo de gobernar, a su política exterior, al eje franco-alemán y, por supuesto, a una idea de Europa tan arcaica como lejana de los ciudadanos.

El presidente francés, Jacques Chirac, habrá tenido este lunes uno de los más amargos despertares de los que tiene memoria tras los resultados del referéndum sobre la Constitución  europea celebrado el domingo.
 
En primer lugar, porque el principal derrotado tras esta prueba ejemplar (80% de participación, una campaña intensa de debates y explicación a todos los niveles) ha sido él, su primer ministro y la arrogante clase política francesa de derechas o de izquierdas que demonizó a los partidarios del 'no', utilizó sus aparatos de Estado y de poder para silenciarlos y reducirlos a nada.
 
Pero no hubo caso: los franceses le han pegado una patada en trasero a Chirac, a su modo de gobernar, a su política exterior, al eje franco-alemán y, por supuesto, a una idea de Europa tan arcaica como lejana de los ciudadanos.
 
Los resultados del referéndum son tan rotundos que no vale la pena siquiera aclarar quien ganó y quién perdió. Pero desde luego no fue Europa ni su proceso de construcción quienes salieron derrotados como ahora intentan hacernos creer los más conspicuos representantes de esa clase política europea que, aquí y allá, circula entre el cinismo y la prepotencia.
 
Los franceses dijeron 'no' a una Constitución defectuosa, mal redactada, ambigua, inocua y autoritaria que pone en peligro precisamente ese proceso de construcción europea del que tanto hablaban los partidarios del 'sí' convencidos de que, como dijo Chirac en una de sus históricas intervenciones durante esta campaña. quienes votasen 'no' eran “des cons” : en román paladino, unos cabrones. No se trata de destruir Europa, sino de reconstruirla, de reformarla y mejorarla. Esta Constitución es un disparate: ni puede reformarse ni puede renovarse, es como el Talmud o el Corán, un texto divino para uso de burócratas y politicastros. Los franceses lo entendieron así y así votaron.
 
Ni que decir tiene que los resultados del domingo obligarán a los grandes partidos políticos franceses y, por supuesto, al socialista y a toda la izquierda a realizar un serio trabajo de renovación, recomposición y crítica. Ya se sabe que Chirac no dimitirá como hizo el general De Gaulle cuando perdió un referéndum semejante. Le falta valor y grandeza. No dimitirá, entre otras razones, porque cuando salga de El Elíseo lo estarán esperando los jueces para zanjar algunas menudas estafas y latrocinios impunes gracias a su calidad de jefe del Estado. La cabeza de turco será el mediocre y servicial, primer ministro Raffarin, que ya está vaciando los cajones de su despacho en espera de que lo ocupe algún mayordomo como Dominique de Villepin (ministro del Interior) o Dousty-Blazy, también ministro y alcalde de Toulouse
 
En cuanto al eje franco-alemán, sin duda atravesará horas más bajas. Pero nada de esto debería afectar a la Unión Europea. Hay 23 países más en la UE además de Francia y Alemania. Algunos de ellos, como Holanda se aprestan también a votar 'no' dentro de dos días como hará probablemente el Reino Unido si es que llega a haber referéndum allí.
 
Lo sucedido en Francia es un torpedo en la línea de flotación de los dos grandes partidos que prefirieron impedir el debate y la reflexión sobre un texto que los ciudadanos conocían mal tras haber utilizado el argumento del miedo para que votaran 'sí'. La respuesta fue que una inmensa mayoría votó absteniéndose. Tiempo habrá de analizar en qué medida el ejemplar proceso referendario francés puede tirar por tierra la política exterior del dúo Moratinos-Zapatero o, si prefieren, Moratero-Zapatinos.

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