Hay una forma, y sólo una, de entender la posición de nuestro ministerio de Asuntos Exteriores en el asunto del Sahara Occidental. Acéptese de una vez que Moratinos no sirve a los intereses de los españoles que pagamos su sueldo sino a los de la dictadura marroquí, y todos sus pasos dejarán de resultar inexplicables. El ministro ha avalado con hechos y palabras las vejaciones que Marruecos inflige sistemáticamente a cuanto parlamentario español aterriza en El Aaiún para interesarse por un pueblo con el que España tiene especiales obligaciones históricas y morales. No imagino ningún otro país que se respete mínimamente y que no sólo no condene el maltrato a sus legisladores en el extranjero sino que coordine su postura al respecto con el país ofensor. Así, tanto la embajada marroquí como el gabinete del ministro Moratinos han tratado de disuadir a la última delegación española, esta vez andaluza, usando por escrito el mismo adjetivo para su visita: “inoportuna”.
Por no hablar de la furia con que el ministro atacó en TVE a un ex presidente del gobierno español con el único fin de hacer méritos ante el dictador venezolano que estaba a punto de llegar en visita oficial: Aznar habría participado en un golpe de estado contra Chávez; Aznar sería el golpista y Chávez, que según Felipe González quería el poder “por los votos o por las botas”, el demócrata agredido. Me consta que algunos altos representantes socialistas se avergonzaron de aquella escena de 59 segundos. De nuevo, o lo damos por inexplicable o le vemos la misma lógica que antes: Moratinos no defendía los intereses de España sino los del aliado de Castro que financia la desestabilización de Hispanoamérica. Lo peor es que el amigo venezolano ha retenido ahora, hasta que legalmente no valgan nada, unas sacas de votos de la emigración gallega que podrían alterar drásticamente el panorama político español. ¿Quién le organiza golpes a quién?