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José García Domínguez

El enigma del catalán simpático

Por ejemplo, en lugar alguno de nuestro territorio se dan centristas tan centrados como esa diputada del PPC que acude a los programas domésticos de televisión a proclamar que su nación es Cataluña, no España.

Para mí tengo que el único gran enigma de la Historia que aún no ha revelado César Vidal en su imponente obra es ése que podríamos bautizar el misterio del catalán simpático. Trátase de un fenómeno con tintes paranormales que nunca deja de asombrarnos a los autóctonos y del que ya Pla, entre admirado y perplejo, escribiera páginas sembradas de envidia e intriga al cincuenta por ciento. Porque ocurre que ciertos catalanes, guardianes celosos de un arcano ignorado por el resto, logran de Madrid patente de corso, sin necesidad de hacer absolutamente nada; es decir, sin haber de demostrar que sean buenos, malos o mediopensionistas en empeño alguno. De tal guisa, a esos pocos iniciados en el secreto les basta con imprimir el gentilicio en las tarjetas de visita, meter una muda limpia en la maleta, sacar el billete del puente aéreo, y ya está: todo lo demás se les da por añadidura al aterrizar en Barajas.
 
Entre esos elegidos por la fortuna, nadie lo dude, está Josep Piqué. De ahí que considere don Josep que las hazañas centristas del Partido Popular de Cataluña han de servir de modelo, guía y ejemplo para que la derecha española recupere La Moncloa. Porque no existe organización regional del Partido Popular más centrista, centrada y centrifugada que la catalana. Por ejemplo, en lugar alguno de nuestro territorio se dan centristas tan centrados como esa diputada del PPC que acude a los programas domésticos de televisión a proclamar que su nación es Cataluña, no España. Ni nadie habrá visto jamás a dirigentes tan, tan de centro como ésos que ordenan retirar las banderas españolas de los actos del PPC antes de que sean descubiertas por los periodistas locales de Gerona.
 
Sin embargo, por alguna extraña razón, tampoco hay territorio peninsular en el que los conservadores cosechen peores resultados electorales, comicio tras comicio. Y es que, como decía el del zurrón, de un tiempo a esta parte vamos camino de nada. Eso sí, cada vez más centraditos, cada vez más respetablemente catalanistas, cada vez con más puntos para recibir la soñada invitación al “suquet” estival en la masía de Pere Portabella. Y cada vez peor, claro. Al punto de que, a poco que sepan organizarse en partido los promotores del Manifiesto, el PPC podrá darse con un canto en los dientes si termina convertido en la Unidad Alavesa de Pablo Mosquera.
 
Mas desde esa central medianía se impartirá ahora la doctrina canónica. Así, a pesar de que algunos prefiramos el epitafio de Elsa Maxwel –”Nunca te quejes, nunca te expliques, nunca te disculpes”–, hay quien se siente más seducido por el Scott Fitzgerald que decía hablar con la autoridad que le daba el fracaso. Aunque una cosa era sentar cátedra tras firmarEl gran Gastby, y otra algo distinta sea pretender lo mismo sin haber pasado del doce por ciento de los votos ante estadistas de la talla de Carod, Mas y Maragall. En fin, difícil lo va a tener César cuando se decida a descifrarnos tamaño entuerto telúrico-histórico.

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