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Juan Manuel Rodríguez

La Diada de Laporta

Laporta no es feliz siendo presidente del Barcelona pero, paradójicamente, no sólo no dimite sino que, pasándose el "estatut" del club por el arco del triunfo, tampoco parece que vaya a convocar elecciones cuando corresponde

El infatigable Joan Laporta arrastra su presidencia como una pesada cruz azul y grana. Eso es, al menos, lo que confesó ante doscientos niños indefensos, doscientos infantes sin escapatoria posible, en un mitin político ofrecido en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat. Harto de desnudar su cuerpo por los aeropuertos, Laporta dio un paso al frente y, con arrojo y decisión insuperables, quiso desnudar también su alma al confesar que él no es presidente del Fútbol Club Barcelona para ser feliz. La desdicha es completa puesto que tampoco parece que sea presidente del Barça para hacer felices a los demás barcelonistas, circunstancia ésta que, si nos paramos a analizarlo detenidamente, entraña una especie de masoquismo encubierto, una suerte de exhibicionismo doloroso. Laporta no es dichoso, sus amigos ya no logran reconocerle, otros han dimitido y sus socios temen la siguiente iniciativa que pueda adoptar en nombre de los "derechos históricos" de la nación catalana.
 
¿Cómo podríamos ayudar a Laporta para que alcanzara por fin la felicidad?... Cada día que pasa tengo más claro que todo, empezando por su encarnizada oposición a Núñez y Gaspart desde la plataforma del Elefante Azul, respondía desde el principio a una táctica preconcebida para alcanzar un objetivo político. En San Cugat, sin ir más lejos, Laporta estuvo acompañado por Rafael Niubó, uno de los principales inspiradores de las selecciones deportivas catalanas. Es posible que el presidente del Barça midiera mal sus fuerzas y, pensando quizás que los futbolistas de la primera plantilla tenían parecidos reflejos que los niños del CAR, quisiera meterles un gol con la desagradable historia de la pancarta en apoyo del Estatuto catalán. El nihilista Oleguer salió, cómo no, en defensa de su presidente nacionalista favorito asegurando que el club no se había dirigido a ellos oficialmente, pero parece que el Barcelona sondeó antes a la plantilla y, en vista de la rotunda negativa y el desconocimiento generalizado, optó por no pegarse un batacazo.
 
Laporta no es feliz siendo presidente del Barcelona pero, paradójicamente, no sólo no dimite sino que, pasándose el "estatut" del club por el arco del triunfo, tampoco parece que vaya a convocar elecciones cuando corresponde. ¿Otra contradicción?... ¡Qué va!... Todavía no le ha sacado todo el jugo mediático a su presidencia, aún queda un poquito por exprimir. Por cierto: Robinho quiso ir al Barcelona en idéntica medida que él tenía atado a Beckham para su nuevo proyecto deportivo. ¿Recuerdan cuando le suplicó a Florentino Pérez que no hiciera público el fichaje del inglés en su debut como presidente del Barça en TV3?...

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