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Amando de Miguel

Sobre maricones y otras lindezas (I)

Amaya Virós Usandizaga (residente en Estados Unidos) me pide que me explaye sobre “lo políticamente correcto”. Por lo visto en Estados Unidos hace furor, tanto el PC (politically correct) como el un-PC (politically uncorrect). Francamente, me parece una cursilada. No deja de ser curioso que en español exija el “lo”, como en “lo cursi”. Ese politically no quiere decir tanto lo “político” como lo “cortés” (polite en inglés). Así que en español “lo políticamente correcto” sería más bien la “cuestión de cortesía”, en el peor sentido de lo afectado, lo convencional, lo que se lleva; en definitiva, lo cursi.
 
Doña Amaya se refiere a lo “políticamente correcto” para indicar el rechazo de palabras como maricón, tortillera o idiota. El idiota, dice doña Amaya, se sustituye cortésmente por “retrasado mental severo”.
 
Lo políticamente correcto es el equivalente del lenguaje ñoño para las malas palabras ─que dicen en Argentina─ o los tacos o palabrotas, que decimos en España. Es una versión del doublespeak o “doblelenguaje” de Orwell; por ejemplo, la palabra “guerra” se sustituye por “paz”. No es un absurdo. A los terroristas vascos y sus acompañantes se les llena la boca con la expresión “proceso de paz”. Vuelvo a la ñoñería de las malas palabras. Veamos algunas equivalencias:
 
Tacos              Noñerías equivalentes (políticamente correctas)
Joder         -      jolines, jopelines, jorobar
Coño         -      córcholis, corcho
Cojones    -     cataplines, un par
Carajo       -     caramba, caray
Puta           -      puñeta, perra
 
Esas equivalencias son tradicionales. Hay versiones más actuales. Por ejemplo, en la Literatura oficial, en lugar de “ablación del clítoris” se dice “mutilación genital”. ¡Como si el clítoris tuviera alguna función genital!
La corrección política (cortés o educada) se introduce en la jerga de muchas profesiones. Parece una vulgaridad diagnosticar un “dolor de espalda”. Queda mejor lumbalgia.
 
Mi término favorito del lenguaje “políticamente correcto” es “violencia de género”. ¿De qué género? Del femenino. Se dice “género” para no pronunciar sexo (por lo visto, un taco). La “violencia de género” no agrupa los delitos de las mujeres sino contra las mujeres, especialmente las agresiones físicas y de modo particular ocasionadas por maridos, novios o exes. En la Comunidad de Madrid se dice oficialmente “violencia sobre las mujeres”. Extraña preposición. Solo el 8% de todos los homicidios corresponden a la llamada “violencia de género”, pero mucha gente cree que el porcentaje real representa la mayoría.
 
Carlos Andrés Zelaya (Tegucigalpa, Honduras), sostiene que tortillera no suena bien, pero tampoco lesbiana, ya que existe el nombre propio de Lesbia. En su país decían antes marimachas, “un vocablo muy descriptivo”. Entiende que maricón es intercambiable con homosexual. Ya de paso, don Carlos recuerda que una buena traducción de gap es brecha. Sí, señor. También puede ser tajo o fisura.
 
Fernando Carmona (Sevilla) avanza unas notables precisiones sobre el uso de maricón, homosexual, etc. Sostiene que “de ningún modo puede tomarse maricón como ofensa”. Puede ser, incluso, un halago. Todo depende del tono. Estoy de acuerdo.
 
Pablo Cabeza opina que, entre personas decentes, no debe utilizarse la palabra maricón. Le parece mejor homosexual, aunque tiene el inconveniente de que se fija más en lo genital que en lo sentimental. Quizá gay pueda resultar. No estoy de acuerdo, pero me parece que está bien razonado.
 
Jacobo García Arias (estudiante de Sociología en Salamanca) me cuenta que su profesora de Sociología sostiene que el término matrimonio vale tanto para dos personas de distinto sexo como del mismo sexo. Es lo que se llama una profesora políticamente correctísima; hará carrera. Lo malo es que no hay ninguna sociedad, mínimamente organizada y duradera, en la que se haya aceptado con naturalidad el matrimonio de dos personas del mismo sexo. Excepto en España, claro. Pero es que nosotros estamos experimentando. ¿Qué hay del matrimonio entre tres personas? Sería una innovación todavía más admirable. ¿Y si alguna de las tres fuera una niña? ¿Y el matrimonio entre dos personas y una gatita? Lo de “la gatita” en francés tiene una larga tradición erótica.
 
Fernando Pérez Dehesa aduce un cuentecillo escolar que en Estados Unidos se personaliza en George Washington. “Le propuso a su interlocutor el siguiente problema. En un corral hay 15 caballos, 20 vacas y 18 ovejas. Si a los caballos los llamamos vacas, ¿cuántas vacas habrá? El interlocutor contestó que 35. Y Washington respondió: hay 20, pues, aunque a los caballos les llamemos vacas, seguirán siendo caballos. Pues eso, aunque a los maricones los llamen homosexuales, seguirán siendo maricones”. El apólogo me parece de lo más pedagógico.
 
Alfredo Moreno Rodríguez arguye que “muchos varones homosexuales, declarados y no declarados, no hacen ninguna ostentación estética, ni conductual, ni modal, ni de ninguna otra índole, de su orientación sexual”. Como yo sostenía lo contrario, que los maricones tienden a un cierto amaneramiento, don Alfredo me exige “reconocer el desacierto de su opinión y rectificarla”. No rectifico. Necesito más evidencias.
 
Nota: Es tal el número de correos que me llegan sobre el asunto de la mariconería que seguiré mañana con el tema, o mejor, la tema.

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