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Agapito Maestre

El crimen político de Zapatero

No, amigos, Zapatero es frío, calculador y déspota. Manipulará a su partido y al Parlamento y a quien se ponga por delante, incluido los bonos de turno, hasta sacar el Estatuto adelante

Los más ingenuos consideran que el Gobierno podría impugnar el proyecto de Estatuto aprobado por el Parlamento de Cataluña. No quieren darse cuenta de que eso es absolutamente imposible, porque ese Estatuto está impulsado y avalado por el jefe del Gobierno de la Nación. Zapatero ha optado no tanto por defender un territorio, el catalán, frente al resto de territorios españoles, cuanto por matar, sí, por sacrificar al sujeto político de la nación, los españoles, al defender la viabilidad jurídica y política de un Estatuto que ataca directamente la ciudadanía española. Niega, lisa y llanamente, la posibilidad de ser ciudadano español.
 
Se mire desde donde se mire, y no es menester extenderse más en lo que todo el mundo sabe, este Estatuto es un proyecto criminal y tramposo de Zapatero para quemar España y poder, posteriormente, seguir gobernando sobre sus cenizas. El objetivo de Zapatero es diáfano: cambiar de régimen político para seguir gobernando eternamente. Zapatero sabía, desde el 14-M, que él no volvería a ganar unas elecciones sin un cambio de régimen político. De hecho, con el actual sistema democrático ganó por los pelos, o mejor, por un “golpe terrorista” que lo puso en el poder… Zapatero tenía dos maneras de continuar en el poder: o ganando legitimidad política a través del mantenimiento de la estabilidad democrática, cuestión difícil porque no estaba dispuesto a investigar lo sucedido el 11-M, o movilizando a la nación, incluso a riesgo de destrucción, para crear un régimen político de carácter populista al modo de Chávez y, quizá, con los métodos propagandísticos de Castro.
 
Optó, desde el principio, por la segunda opción. Todas las medidas adoptadas por este Gobierno no pretendían otra cosa que desestabilizar la democracia, comenzando por eliminar a la oposición. Por lo tanto, la única entidad de este Gobierno, por llamarle algo, es movilizar todo, incluso los ámbitos más privados de los seres humanos, para mantenerse en el poder. Movilizar, movilizar y movilizar es la divisa de los populismos totalitarios. Movilizar es lo que le gusta a Zapatero. Todo puede aprovecharse y, por supuesto, lo primero los nacionalismos aldeanos. Se probó con el plan Ibarreche, pero resultaba poco presentable imponer en el Parlamento las propuestas de los criminales de ETA… Ya llegaría. Mejor probar con el independentismo catalán. Y en ello estamos. Aprobar tramposamente un Estatuto que mata la Constitución y, de paso, cambiar el régimen político.
 
La cuestión decisiva no es, sin embargo, detenernos, como están confundiéndonos una amplia capa de bienintencionados periodistas, en discutir las torpezas de Zapatero, como si éste no tuviera claro que o moviliza o desaparece. Zapatero, pues, no cede ante Maragall, sino que es el muñidor último de las barbaridades de Maragall y los destrabados políticos catalanes. Zapatero no hace, pues, cesiones a los catalanes, sino que los utiliza desesperadamente contra el resto de los españoles. Zapatero ha optado por esa vía de negación de España desde el primer día que tomó posesión de la presidencia de Gobierno. Zapatero está convencido de que el Estatuto saldrá adelante y no lo parará nadie. Por lo tanto, desengáñense los ilusos que creen que esto va a reformarse en el Parlamento español. De ninguna manera; si así fuera, Zapatero habría sufrido el mayor fracaso de toda su vida. No, amigos, Zapatero es frío, calculador y déspota. Manipulará a su partido y al Parlamento y a quien se ponga por delante, incluido los bonos de turno, hasta sacar el Estatuto adelante, si es que alguien en su partido, o los aledaños, no lo detiene.

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