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Alberto Acereda

De lo virtual a lo real

en EEUU que la derecha liberal-conservadora triunfa electoralmente siempre que se lo propone y siempre que es fiel a sus principios y a su ideario

Se cumple ahora un año del segundo triunfo de George W. Bush en las elecciones presidenciales norteamericanas. Con tres años de legislatura todavía por delante, algunos comentaristas políticos dan al Presidente por muerto. Los linces de la televisión socialista en España debaten sobre la falta de moralidad de Bush y su inevitable caída. Se frotan las manos ante el lánguido futuro que –según ellos– le espera a su “fascista” administración conservadora. Esa esperanza, ubicada en una fantasía virtual y alejada de lo real, es la misma que intentan presentarnos a nivel mundial todos los enemigos de la derecha y del propio Bush. Pero el castillo en el aire de sus fantasías se desmorona cuando se analizan los hechos con objetividad y conocimiento. Así se entiende el largo trecho que va de lo virtual –o sea, lo que se nos cuenta- a lo real –lo que ocurre-.
 
Cierto es que a Bush hay que reclamarle una mayor rebaja de impuestos, un inmediato control del gasto público y una gestión clara sobre inmigración. Cierto es también que tras el Katrina, Bush sufrió una notable caída en las encuestas. Dicha situación se agravó en octubre con el encausamiento (la culpabilidad falta probarla aún) del jefe de la mayoría republicana en la Cámara del Congreso, Tom DeLay. Vino después el error de Bush en la nominación de Harriet Miers para el Tribunal Supremo. Pero el Presidente supo entender su fallo, escuchó a sus votantes y aceptó la dimisión de su nominada. Bush acaba de nombrar a Samuel Alito, un juez de prestigio que lleva en los circuitos judiciales más de quince años y al que el Senado confirmó ya unánimemente en dos ocasiones anteriores. El acierto de Bush ha estado en escuchar a su base social y proponer a Alito, con más experiencia en el Tribunal Supremo que ningún otro nominado en los últimos setenta años.
 
La capacidad de reacción de Bush ha sorprendido a la oposición en el Partido Demócrata. Todo esto ocurre, además, en medio de las investigaciones del fiscal Patrick Fitzgerald sobre el asunto de Valerie Plame y Lewis “Scooter” Libby. La izquierda norteamericana, alojada en la facción de los demócratas, soñaba con el encausamiento de Libby, de Karl Rove, del vicepresidente Dick Cheney y hasta incluso del mismo Bush. Imaginaban un nuevo Watergate que acabara con Bush y con las “mentiras” de la Guerra de Irak. Pero nada de todo eso ha ocurrido. Y aún peor: el encausamiento de Libby –como explicaba una acertada y reciente opinión del GEES en LD–, resultó no tener el fundamento y la amplitud que la izquierda deseaba.
 
Pese a la acusación de Libby, el fiscal Fitzgerald no encontró filtración ni conspiración alguna y hasta aclaró en rueda de prensa que nada de ese encausamiento tenía que ver con la Guerra de Irak. En suma, el fiscal y el proceso judicial en el que la izquierda demócrata había puesto todas sus esperanzas les defraudaban. Pero como la izquierda norteamericana sigue viviendo en su propia fantasía virtual, esta misma semana –y en una maniobra tan inusual como lamentable– los legisladores demócratas han obligado al Senado estadounidense controlado por los republicanos a celebrar una rara sesión a puerta cerrada para cuestionar la información de Inteligencia que Bush usó para sustentar la Guerra de Irak. La desesperación de los demócratas confirma su carencia de ideas.
 
Estamos ante un episodio más de tergiversación de la realidad, acompañada del sectarismo de los medios de comunicación mayoritarios –siempre tan hostiles a la derecha–. Pensemos en el Katrina, en la falsa e hipócrita utilización de las cuestiones de raza y clase para culpar a la Casa Blanca. Vamos sabiendo ya que los errores no sólo vinieron del gobierno federal, sino en gran parte también de la ineficacia del gobierno local y estatal, ambos demócratas. Hoy comprobamos que los más de diez mil muertos pronosticados por los medios de comunicación se quedaron en muchos menos. Hoy presenciamos que la reconstrucción es un hecho, que los negocios empiezan a florecer de nuevo y que se puede ya beber el agua de Nueva Orleáns, aquella que decían iba a estar intoxicada hasta tiempo inmemorial.
 
En la economía norteamericana, acabamos de recibir también los excelentes datos del tercer trimestre del año, que arroja un crecimiento económico del 3.8 %. Presenciamos el nombramiento de Ben Bernanke para la Reserva Federal que ha sentado muy bien a los mercados. Comprobamos aquí que los precios de la gasolina están volviendo a la normalidad, ya por debajo de los 2.50 dólares por galón, que son casi cuatro litros. En política exterior, Irak ha vivido ya con éxito tres elecciones y se acaba de aprobar su Constitución democrática gracias al voto de casi diez millones de hombres y mujeres iraquíes. Tal es la realidad de Irak y los logros alcanzados allí y que relata
Michael Rubin, testigo presencial en Irak durante casi dos años. Son éxitos muy distintos al apocalíptico escenario que, contra Bush y la derecha, se busca presentar cada día.
 
Todo esto es lo que va de lo virtual a lo real en rápido apunte de opinión que aquí trazamos. Lo real muestra la farsa de lo virtual: la misma farsa que repite cuentos derrotistas y falaces de los hechos y que sistemáticamente culpa a la derecha y a Bush de todos los males del mundo. Comprobamos en EEUU que la derecha liberal-conservadora triunfa electoralmente siempre que se lo propone y siempre que es fiel a sus principios y a su ideario. Vence cuando entra en la batalla de las ideas. Pierde cuando se acompleja, cuando se proclama centrista y cuando se pliega a la realidad virtual y falseada que le pintan las izquierdas y sus medios más serviles.

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