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Cristina Losada

Por la ruta del bacalao

Quiere mantener incandescente a la tropa que lo llevó al poder a lomos de una campaña extremista y quiere aparecer como moderado

Hace años, en pleno apogeo del fenómeno que dio en llamarse la ruta del bacalao, algunos contaban que el nombrecito tenía este origen: los chavales que iban de discoteca en discoteca salían calados de sudor, luego de ahí el va calao, y en la siguiente transformación, el bacalao. No sé si en esa versión hay algo de verdad, pero si la hubiera, este gobierno está haciendo la ruta aquella. No de pub en pub, como diría José Blanco, portavoz juvenil del PSOE, pero sí de lío en lío, y como cada vez suda más por los nervios, se le traslucen las intenciones bajo la camiseta. O sea, que va calao y está calao.
 
Transparente ha sido la intención del viaje de la vicepresidenta al Vaticano. No era la de ofrecer diálogo directo a la Santa Sede, que bien saben que no procedía, sino la de deslegitimar la manifestación contra la LOE. Nosotros, vino a decir la vice yéndose a Roma, somos dialogantes; pero la Conferencia Episcopal, uno de los principales oponentes del proyecto, se ha echado al monte. Como el personal, salvo el cautivo, sabe que no es cierto, se le caló enseguida el propósito. El viaje ha pasado a los anales como una nueva Blitzkrieg propagandística de las que lanza el gobierno para camuflar sus entuertos.
 
Y se le cala el nerviosismo. Porque no haría tales esfuerzos de no perturbarle preocupación alguna. Si, como dicen en días pares, la oposición y el rechazo vienen de la derecha más extrema, de la carcunda más penosa, de cuatro incendiarios que hablan en la COPE, y el destino de todos ellos es sucumbir tragados por “tierras movedizas”, ¿para qué molestarse en atacarlos? ¿Para qué ir a Roma, cuna de la civilización que denuestan?
 
Y para qué cargar, en días impares, contra una emisora de radio, a ver si aplican censura y hasta cierre. Para qué quedar en el poco ético y estético papel de un periodista incapaz de aceptar la libertad de crítica; una que él mismo ejerció no ya de modo incendiario, sino dinamitero. Gabilondo, el que sacaba otrora la artillería pesada, acaba de pedir “una reprimenda de la sociedad” a la COPE. Un eco de Blanco pidiendo el “rechazo social” del PP. El estilo totalitario de toda la vida. Hacia el partido único y la única voz de su amo.
 
Orwell describió el método. Y Revel señaló que la educación totalitaria del pensamiento deja como secuela una inveterada deshonestidad en las relaciones con lo verdadero. Una falsedad conduce a otras, y por ellas va haciendo el gobierno su ruta del bacalao. Quiere mantener incandescente a la tropa que lo llevó al poder a lomos de una campaña extremista y quiere aparecer como moderado. Desea aliarse con las minorías separatistas y desea tranquilizar a los que no comulgan con la desvertebración ni la desintegración de España. No sólo aspiran a cambiar el mapa de la nación, sino también el mapa político. Ambicionan el extremo y el centro. Lo quieren todo, como los niños, y no puede ser. Séquense el sudor y tómense una tila.

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