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Luis Hernández Arroyo

El FMI contra occidente

En otras palabras, el FMI ha tenido el extraño mérito de mantener y aumentar la corrupción en el poder, y ahora ésta nos devuelve el favor articulando un frente común antiamericano.

La victoria de Evo Morales en Bolivia es el penúltimo episodio de una trayectoria en el continente americano que parece no tener fin. Ahora, incluso México (en el que tantos fondos se han enterrado en sus crisis del pasado) puede ser el próximo en caer en el populismo izquierdista. ¡Menuda Alianza de Civilizaciones se está cuajando! El eje, cada vez más potente, de Cuba-Venezuela-Argentina-Bolivia- Et Al., se fortalece en su anti-occidentalismo (único objetivo, ahora claro, de la Alianza), a la vez que aumenta la venta a raudales de demagogia. Como dice Lula, “Imagine lo que significó Chávez en Venezuela; lo que significará si Evo Morales gana las elecciones en Bolivia. Son cambios tan extraordinarios que ni los mejores politólogos podrían describir, porque no tienen antecedentes". ¡Horizonte Harto Halagüeño (HHH)!

Uno se pregunta si, como sucedió en los setenta, no hay un centro de apoyo y ayuda financiera a este frente. Entonces –ya lo sabemos– era la URSS la que difundía e irradiaba la ideología anti-yanki y subvencionaba la guerrilla. Ahora podríamos sospechar de la nueva potencia emergente, China, que no ha dejado de aumentar su presencia e inversiones en la zona, pero resulta que no hace falta: la ayuda económica viene de nuestros bolsillos occidentales a través del FMI.Dicha ayuda ¡ha sido tan cuantiosa e incondicional! Desde el año 2000, Argentina y Brasil han disfrutado de un crédito fuera de mercado, a tipo de interés irrisorio, continuamente renovado en cuanto había dificultades de devolución, y sin unas mínimas exigencias de rigor. Esto ha podido ser un paliativo para los grandes acreedores, pero ha sido injusto con los pequeños, que han sido ninguneados descaradamente.

Y ahora estos países, en un gesto chulesco, anuncian la devolución al FMI de sus créditos, y éste, jubiloso, se felicita: ¡al fin podré disponer de excusas para seguir prestándoles!

Como dice Tagliavini, la devolución es una gotita de agua al lado de la deuda externa de estos países, que es sencillamente escandalosa. Por ejemplo, Argentina tiene una deuda exterior del 112% del PIB, de la cual un 68% es pública. ¡Su servicio supone un 124% de las exportaciones! No sólo eso, sino que ahora el país se ha lanzado descaradamente a una expansión monetaria inflacionista. Los precios, hasta los más básicos, se le están descontrolando (la inflación oficial ya está en el 12%), y como intenta compensarlo a base de acuerdos amenazadores y chantajistas con los productores (como recientemente con los ganaderos), se está extendiendo un sistema de precios políticos cuyo resultado ineludible será una contracción de la oferta, un auge de los mercados negros, hambre y disturbios. Si a alguien le parece alarmista, que espere.

En otras palabras, el FMI ha tenido el extraño mérito de mantener y aumentar la corrupción en el poder, y ahora ésta nos devuelve el favor articulando un frente común antiamericano. ¡Magnífico! Pero no nos engañemos: tras las acciones del FMI están sus países miembros. Ante este panorama de desviación no sólo económica, sino estratégica, de todo un subcontinente, cabe cuestionarse si las primeras potencias, empezando por EEUU, no han sido demasiado tolerantes y generosas –en defensa de intereses concretos de sus empresas inversoras– con unos países que se sabía positivamente morderían la mano extendida, y por haber abandonado a su suerte a los cada vez más aislados e indefensos países que querrían mantener la dignidad nacional o recuperarla, como Chile y Colombia. Chile es el contraejemplo de esa pesadilla creciente a la que estamos asistiendo. Colombia está cada vez más aislada en el entorno hostil que se le está formando.

Resultado económico: han perdido los pequeños ahorradores y los ciudadanos de los países contribuyentes al FMI, y seguirán perdiendo, pues no se han solucionado los desajustes, sino que han aumentado. Pero lo más preocupante es el resultado estratégico: un problema agigantado por ligereza de juicio y que parece cada vez más insoluble. Sí, nos convendría cerrar el FMI. Ha dejado de ser un trasto inútil y se ha convertido en un juguete peligroso.

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