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Cristina Losada

En la antesala

Y a todos los que les apoyaron, a los familiares de los asesinados por todas aquellas causas, tan bonitas como hoy absurdas, la libertad, la pluralidad, la España constitucional, les aconsejan lo mismo. No peleéis, nos batíamos contra un espejismo.

En la foto, Ibarretxe le tiende las manos a alguien, que no se ve, y Patxi López y Javier Rojo, un metro más allá, uno a cada lado, ríen exultantes. El motivo de tanta felicidad no es moco de pavo: por primera vez en ocho años, el partido de los socialistas vascos apoya los presupuestos del PNV. Incluyen un dinero para sufragar las visitas a los etarras presos. El partido de López presentó una enmienda a esa partida, pero aún con esa carga dentro iba a aportar sus votos. Lo había decidido cuarenta y ocho horas después de que los que marginan a las víctimas de esos presos por cuyo bienestar velan, dieran el sí a los presupuestos en Madrid. Un azar entre tantos que salpican el nuevo tiempo que adivino con Rodríguez.

El risueño personaje de la foto que publica ABC es el mismo López que, al presentarse a secretario general, prometía no capitanear ningún acercamiento al PNV mientras no cumpliera ciertos requisitos: defensa del autonomismo, de la pluralidad, de las reglas de juego de la Constitución y el Estatuto y, last but not least, alejamiento de Batasuna. Era en 2002. Todas las condiciones han ido cayendo como fardos inútiles en tres años de camino. No extraña que se muestre alegre López. Por fin se ha liberado de aquel lastre. Y Rojo con él. Ya ligeros de equipaje, están contentos. Así pueden asumir otras cargas, más llevaderas y beneficiosas.

No se trata de que vayan a ocupar cargos en el gobierno de Ibarretxe, eso lo han dejado claro. ¿Para qué, además? Hay opciones menos comprometidas, hay covachuelas discretas que procuran igual o mayor satisfacción. Y el propio López lo ha explicado: la sociedad vasca está cansada de tanto “conflicto artificial”. A qué resistir y penar, a qué sufrir amenazas y vejaciones, si la opresión que ejercen el nacionalismo y su variante terrorista se ha revelado como puro artificio. Dos no se pelean si uno no quiere, dice la gente bien. Y López y Rojo no quieren reñir. No más. Y a todos los que les apoyaron, a los familiares de los asesinados por todas aquellas causas, tan bonitas como hoy absurdas, la libertad, la pluralidad, la España constitucional, les aconsejan lo mismo. No peleéis, nos batíamos contra un espejismo. Acomodaos, se vive mejor así.

En la sesión, otro socialista vasco, de apellido Pastor, definía el lugar en el que se encuentran Rojo y López. Es la antesala. El lugar donde se espera. Y no debe de ser malo lo que esperan cuando los posee la hilaridad. Qué franca su risa mientras Ibarretxe tiende solícito las manos, no vemos a quién, pero lo sospechamos. Son conocidas sus preferencias. Esta fiesta tiene pinta de acabar con una cadena de manos que se estrechan. De momento, se buscan las manos debajo de la mesa. Así ocurre en la antesala del poder. Sacarlas a la luz antes de tiempo es de mal gusto. Por eso, Pastor rompió en pedacitos, en la tribuna, una hoja en que la López e Ibarretxe se daban la mano. Decía el pasquín: ¿De qué se ríe López? La indignidad, tal vez, se sobrelleva con la risa. Consumado el trámite bajo la vigilancia del cancerbero de ETA, aún reía más. Desinhibidos reían Rojo y López como si les hubiera tocado el Gordo. Pero, ¿no había tocado en Cataluña?

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