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EDITORIAL

Si sólo incumpliera la ley del tabaco

Para conservar la libertad, es más importante un estado de derecho garantista que la misma existencia de la democracia, y es difícil que éste se mantenga con un presidente que no le profesa ningún respeto.

José Luis Rodríguez Zapatero, presidente de la nación española, incumplió la ley contra el tabaco fumando en La Moncloa, en uno de los pocos días de su presidencia en que se puede asegurar que estuvo trabajando en ese lugar. El PP ha asegurado que la ley debe ser igual para todos, incluyendo al presidente, olvidando que ha de ser éste quien dé ejemplo de cumplimiento de nuestro ordenamiento jurídico. Sin embargo, no cabe esperar de Zapatero que cumpla una simple ley, por más que su intervencionismo en la vida privada esté causando infinitos trastornos a los ciudadanos, cuando ha pactado la destrucción de esa misma Constitución que prometió guardar como norma fundamental del Estado, el día en que asumió su cargo.

De nuevo, el boletín del gobierno ha recibido en exclusiva el texto pactado por su presidente y un dirigente nacionalista. En él, por ejemplo, se concede a la Generalidad la potestad legislativa sobre aquellas competencias exclusivas de la comunidad autónoma, con preferencia sobre la legislación nacional, en lo que se ha denominado “el blindaje de competencias”. Esto incumple varios artículos de la Constitución, como el 150, que permite al Congreso armonizar la legislación de las distintas autonomías, o el 149, que le atribuye preeminencia sobre las regiones en ciertas competencias básicas. Sin embargo, no parece que la crema y nata de la intelectualidad de nuestro país, la que protestaba esta noche en los Goya de que hubiera quien hiciera gala de no ver cine español, haya puesto el grito en el cielo ante un acuerdo que rompe con la más básica de nuestras leyes, de la que emanan las demás.

Si hace unos días ETA volvió a manifestarse, este mismo fin de semana uno de los asesinos de Ramón Baglietto volvía a manchar las calles de Azcoitia con su presencia, en un acto cuyos mismos organizadores reconocían prohibido por el juez Grande Marlaska. Ni en un caso ni en el otro se ha podido ver por parte del Gobierno o del Fiscal General ningún asomo de actividad encaminada a impedirlo. Y no será por falta de actitudes vociferantes de los asesinos y sus cómplices.

Siempre es grave que un presidente del Gobierno tenga una relación difícil con la verdad, como demostró Zapatero en la entrevista de Gabilondo, en la que llegó a afirmar sin ruborizarse que “en Cataluña hay convivencia absoluta en la normalidad lingüística entre el castellano y el catalán” o que nunca dijo que aprobaría lo que saliera del parlamento catalán. Malo es también que procure llevar a cabo sus acciones más polémicas a oscuras, como el traslado de los papeles de Salamanca o la misma negociación del Estatuto. Pero mucho peor es que incumpla la ley, acuerde incumplirla y permite que se incumpla. Porque, para conservar la libertad, es más importante un estado de derecho garantista que la misma existencia de la democracia, y es difícil que éste se mantenga con un presidente que no le profesa ningún respeto.

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