Menú
GEES

Solana, humillación y miedo

Todos somos y debemos ser iguales ante la Ley, sin discriminación positiva o negativa por razón alguna y menos por la fe que se profesa.

El representante de la Unión Europea allende sus fronteras, Javier Solana, Mr. PESC, parte en ruta hacia el mundo árabe para calmar a los islamistas agraviados y "humillados" por la publicación hace casi doscientos días de los famosos chistes sobre Mahoma. Esta gira va precedida de las palabras que él mismo pronunció en la televisión Al Arabiya donde expresaba la necesidad de compatibilizar la libertad de prensa con el respeto a la sensibilidad religiosa del Islam. No iba tan lejos como su colega bruseliense Marco Frattini, quien quería imponer un sistema de censura previa, pero sigue en la misma línea de arrepentimiento y búsqueda del perdón de los islamistas. Una línea equivocada y suicida.

La crisis de las viñetas tiene que ver con la libertad de expresión, pero trasciende ese debate con mucho. Tiene que ver con el fracaso del experimento alimentado por la socialdemocracia y la izquierda bienpensante sobre el multiculturalismo; y tiene que ver con la sociedad europea secularizada hasta grados insospechados en su vida política; y también tiene que ver con el auge del relativismo y la concepción ingenua de que todas las culturas, valores y sociedades son equivalentes.

La crisis de las viñetas en realidad responde principalmente a un problema dentro del Islam, no en nuestras sociedades occidentales. A saber, el auge del extremismo y la imposición forzada sobre millones de personas de una lectura fundamentalista del Corán. No es para el Islam el problema, es para el islamismo fanático, quien está detrás de todos los altercados surgidos hasta la fecha. Y a ese Islam radical, extremista, no hay quien lo modere no obtenga concesiones. Es un esfuerzo en vano. Contraproducente, porque se sentirá con este viaje de Solana, más envalentonado.

Ahora bien, nuestras sociedades tienen a su vez otro problema: el miedo. Por no creer en nosotros mismos y en nuestras señas de identidad culturales., sociales, políticas e históricas, nos sentimos débiles frente al odio y la violencia de quienes profesan una fe en el fundamentalismo que les lleva a matar si es necesario. Desde asesinatos cuchillo en mano, como el del cineasta holandés Theo van Gogh, a las bombas de Madrid, Londres, Estambul y tantos otros lugares. Se trata de una sociedad amordazada por lo políticamente correcto frente a una religión militante que no se corta nada en hacerse ver y sentir.

Solana no debería ir a pedir perdón. Debería viajar al mundo árabe para decirles que no tienen ningún derecho a sentirse ni humillados ni ofendidos y que si así se sienten hay canales civilizados de hacer oír su descontento. Es más, Solana debería demandar de los lideres musulmanes no sólo que repudien los actos violentos, sino que piensen seriamente en aceptar en su suelo las libertades de las que disfrutan en nuestras naciones. Son ellos quienes tienen que materializar la multiculturalidad, no nosotros. Son ellos quienes prohíben la libertad de culto, no nosotros.

Solana tendría que hacer el discurso de un buen demócrata: que no hay nada por encima de la Ley que los hombres nos hemos dado en el parlamento y que la verdadera tolerancia es la aplicación de la Ley para todos igual. Todos somos y debemos ser iguales ante la Ley, sin discriminación positiva o negativa por razón alguna y menos por la fe que se profesa. Todo lo demás que vaya a decir sobra, porque esconde el miedo de los europeos y en lugar de transformarlo en una acción positiva lo tiende a convertir en apaciguamiento y autohumillación. ¿Qué cree Solana que el presidente iraní estará pensando de su gira?

En Internacional

    0
    comentarios