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Crónica de una muerte anunciada

Alonso, un juez "progre" que ha adquirido malos hábitos en el Ministerio del Interior, parece dispuesto a entrar en el Ministerio de Defensa como elefante en cacharrería.

En plena crisis por el discurso del general Mena en la última Pascua Militar ya habíamos advertido de que el general García Sánchez podía ser cesado como Jefe de Estado Mayor del Ejército. Su posición de prudencia y neutralidad en el caso Mena contrastó muy abiertamente con el servilismo exhibido por el aún JEMAD, general Roldán. Bono se reprimió entonces de ejecutar ese cese, para no encender aún más los ánimos en el seno de las Fuerzas Armadas, pero Alonso, un juez "progre" que ha adquirido malos hábitos en el Ministerio del Interior, parece dispuesto a entrar en el Ministerio de Defensa como elefante en cacharrería.

El cese de García González quiere ser una prueba de fuerza del nuevo ministro, pero constituye un error que abre las peores expectativas sobre su paso por Defensa. Primero en las formas. El cese ha sido una puñalada trapera del ministro a un general. Alonso debería aprender que el honor es algo que tiene una enorme trascendencia entre los militares. A partir de ahora todos saben que no pueden fiarse de él.

García González, que llegó a la cumbre del Ejército tras otra jugada sucia ejecutada por Bono con su antecesor –se dice que al general Alejandre se le cesó con un SMS–, se había consolidado en su puesto a base de trabajo. Hasta sus enemigos le reconocen una cabeza perfectamente amueblada en la que cabe todo el Ejército. El proyecto de transformación en el que está inmerso el Ejército de Tierra en este momento es básicamente idea y obra suya. Cambiar al director de obra en plena faena puede tener un alto coste para ese proceso de transformación.

El cese de García González acelera además el peligroso proceso de politización de las Fuerzas Armadas, un riesgo que ya hemos denunciando en varias ocasiones. Su salida es un triunfo de los generales y almirantes "políticos", vinculados al PSOE o sencillamente al poder, frente a los militares "profesionales" que entienden que el ejercicio de su función debe hacerse con lealtad al Gobierno pero sin entrar en juegos partidistas.

El general Villar es un buen militar que ha realizado una excelente gestión en la Dirección General de Armamento del Ministerio de Defensa. Pero no es un hombre que tenga la dosis de liderazgo y prestigio dentro del propio Ejército que este momento de cambio interno e incertidumbre externa requiere. Quizá por ese perfil militar bajo haya sido elegido, pero su tarea al frente del Ejército no va a resultar nada fácil.

El cese a traición del JEME va a enrarecer aún más el ambiente dentro de las Fuerzas Armadas. No sólo por el hecho en sí, sino sobre todo porque el general García González era un factor de moderación dentro del Consejo Superior y del conjunto del Ejército. Alonso no puede haber comenzado con peor pie en su nueva responsabilidad.

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