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Cristina Losada

Labor de Zapa

Si no hay nada que ocultar, si es cierto que no van a hacerse cesiones incompatibles con la ley y la justicia, ¿a qué viene la denodada campaña contra la AVT y, en particular, contra José Alcaraz, su presidente?

Convirtámonos por un segundo en una criatura bienpensante, en uno de los muchos ingenuos, naturales o de bote, la distinción no importa para el caso, que han salido como setas tardías tras el alto el fuego de ETA. Sobre todo, en los bosques mediáticos protegidos. Digamos alguna de las frases hechas que circulan entre los seres parlantes de esa fraga tan autóctona y celtibérica: que se ha abierto una puerta a la esperanza; que el fin del terrorismo está hoy más cerca que nunca; que si hay una oportunidad, por pequeña que sea, debe aprovecharse. Y yendo un poco más allá del común de los cándidos, afirmemos que este final feliz tan deseable puede alcanzarse sin que el gobierno, es decir, sin que España y los españoles, paguen un precio político y capitulen de forma indigna ante los asesinos de mil compatriotas. Así de optimistas y esperanzados, afrontemos la pregunta del que pasaba por allí: bien, si eso es así, ¿por qué ha tratado el gobierno de comprar, confrontar, desprestigiar y desactivar a las víctimas del terrorismo, y en particular, a la AVT?

Si no hay nada que ocultar, si es cierto que no van a hacerse cesiones incompatibles con la ley y la justicia, ¿a qué viene la denodada campaña contra la AVT y, en particular, contra José Alcaraz, su presidente? Pues Zapatero y su cuadrilla no han dejado de urdir operaciones de acoso y derribo contra ellos, siendo la primera, la aparición del tándem Peces-Barba – Manjón. Hubo un intento de compra, que falló. Y otro de dividir, que prosigue. Manjón iba a representar a las víctimas "buenas" y "razonables" frente a los "energúmenos" y los "fachas". Pero la cosa no ha pintado tan bien como se esperaba. Mejor dicho, ha salido muy mal. Hasta la gran oportunidad que sirvió en bandeja Bono para verter basura sobre la AVT, fue un tiro que salió por la culata. A estas alturas, todos, excepto los instalados en el bosque protector, saben que Bono no fue agredido y mucho menos por dos militantes del PP. Al contrario, éstos han sufrido la primera detención política, y por supuesto, ilegal, que se ha practicado en España desde el final de la dictadura.

La campaña del gobierno contra la AVT multiplicó el número de personas que acudieron a sus manifestaciones, salvo que la contabilidad la llevara el dimitido Constantino. El escollo no ha menguado, sino crecido, y por ello se ha diseñado una operación submarina o subterránea, en el clásico formato entrista, para que la AVT caiga en manos de amigos o aliados. El procedimiento es tan sencillo como desvergonzado. Se basa en aprovecharse de la ingenuidad (ésta auténtica) y de la desinformación de no pocas víctimas del terrorismo. Ciertos individuos visitan a las víctimas en nombre de la asociación y les piden una hoja firmada por la que les ceden el voto en la asamblea que tendrá lugar el sábado en Madrid. Según con quien hablen, dicen que el voto será para Alcaraz, o no dicen nada. El caso es acudir a la asamblea con un saquito de votos delegados para utilizarlos a su antojo. Si reúnen suficiente cantidad, darán el vuelco.

¿A qué designios estorba la AVT dirigida por Alcaraz? ¿Por qué molestan los que se oponen a hacer cesiones a ETA-Batasuna que la mayoría de los españoles, según reiteradas encuestas, también consideran inaceptables? Si no hubiera otras pruebas, que las hay, ésta basta para concluir que los propósitos del gobierno en la negociación con los terroristas incluyen capitulaciones inadmisibles. De lo contrario, bien podía prescindir de esta siniestra labor de Zapa.

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