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Agapito Maestre

El ideólogo de Zapatero

Ha sido, pues, la momia elegida por los poderosos para que diga lo que no se atreve a decir el propio presidente de Gobierno.

Santiago Carrillo está crecido. El viejo comunista ya no actúa con sigilo y nocturnidad. Habla con descaro. Se siente protegido por el poderoso. Detrás de toda su faramalla de declaraciones sólo hay un exabrupto, en realidad, una acusación al PP, que tiene que ser inmediatamente respondida, entre otras razones, porque casi toda la ideología de Zapatero está resumida en las declaraciones de Santiago Carrillo Solares: "Hay toda una incitación al asesinato de Zapatero".

Aunque es difícil sonreír al leerlas, por favor, no se enfurezcan. La excesiva náusea no es buena frente a la suciedad, porque, como decía Nietzsche, puede impedirnos limpiarnos. Controlemos, pues, nuestras ganas de vomitar. Por el contrario, haríamos bien en tomarlas en serio. Imaginen que fuera verdad que hay toda una incitación al asesinato de Zapatero, ¿cómo haríamos para atajar ese enfurecimiento de las masas contra el presidente del Gobierno? Yo no sabría qué hacer; pero estoy convencido de que Carrillo, conociendo un poco su historia, se mostraría resolutivo. Encerraría a quienes gritasen la consigna imaginaria que tanto molesta a Carrillo y, por supuesto, a Zapatero.

El problema, dirán ustedes, es que nadie oye esos gritos. La consigna no está en ningún lugar. Eso no le importa al viejo dirigente comunista. Lo importante es tomarse la "mentira" inexistente en serio. Lo decisivo es detener a mucha gente y acusarlas de conspiración contra el presidente. O mejor, ni se les acusa a esos pobres desgraciados, se la pasa por las armas sin mayores preámbulos. Lo importante es dar un escarmiento para que la gente respete a Zapatero. ¡Qué más da, después de todo, añadir unos cuántos miles de muertos más a los millones que ha producido el comunismo en el siglo XX!

Tomen, en fin, a Carrillo en serio, porque representa la quintaesencia del zapaterismo. La gente del PSOE lo jalea para que movilice y agite los peores sentimientos del personal. Es su estilo. Por eso mismo, deberíamos sonreír y no olvidar el análisis. Es interesante juzgar la actuación política de Carrillo en el régimen de Zapatero, porque nos da una visión exacta de España. A pesar de su avanzada edad, Carrillo es un hombre que está en plenas facultades mentales. Se expresa con absoluta corrección y dice cosas muy coherentes con la línea política de Zapatero. Más aún, yo diría que Carrillo es uno de los representantes intelectuales más prominentes del socialismo español.

En efecto, si atendemos a los actos de reconocimiento con los que es agasajado, diríamos que es el auténtico ideólogo de los socialistas españoles. Recibe homenajes de agradecimiento por su glorioso pasado. Le dan medallas, e incluso cientos de políticos, periodistas y profesorcitos, capitaneados por el gran profesorcito Peces-Barba, le rindieron pleitesía en un hotel de Madrid. Ha sido, pues, la momia elegida por los poderosos para que diga lo que no se atreve a decir el propio presidente de Gobierno. Por todo ello, sería una grave irresponsabilidad no tomarse en serio el asunto de Carrillo. Sí, sí, el principal culpable de miles de muertos en Paracuellos, uno de los mayores criminales de la Guerra Civil, el responsable de cientos de expulsiones y purgas en el PCE, en fin, un hombre de pasado tan opaco como presente funesto, es la figura más relevante del socialismo español. Si esto no es suficiente para contestar las soflamas de este personaje, entonces que venga Dios lo vea.

Sin embargo, hay gente que se pregunta: ¿es necesario perder tiempo con Carrillo? Hay quienes creen que no, o mejor, consideran que las barbaridades de Carrillo son tan graves que hace crecer las expectativas de votos del PP. Yo no lo tengo tan claro, pero, aunque las declaraciones de Carrillo, o de José Blanco, favoreciesen los intereses del PP, me parecen que tienen que ser contestadas con contundencia por los responsables de este partido. Primero, porque no responden a ninguna realidad, o sea, son falsas; y, en segundo lugar, porque toda genuina política democrática comporta o incluye en sí misma una ética, o sea, si esas declaraciones no las contesta el PP, estaría renunciando tanto a la ética como a la política.

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