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Emilio J. González

Cuidado con el optimismo

Estas son las tendencias de fondo que convierten a las previsiones de Solbes en muy optimistas. Por supuesto, Solbes tiene que interpretar su papel y tratar de transmitir confianza en la economía española.

El vicepresidente económico del Gobierno, Pedro Solbes, acaba de presentar unas previsiones económicas para lo que queda de año y 2007 que podrían calificarse, cuando menos, de optimistas en exceso, sobre todo las correspondientes al próximo ejercicio, teniendo en cuenta las preocupantes tendencias de fondo de la economía española.

Según Solbes, la economía española crecerá en 2006 un 3,4%, una décima más de lo previsto inicialmente. Nada que objetar al respecto excepto advertir que esta pequeña revisión al alza ni indica que las cosas van mejor de lo previsto ni es fruto de la política económica del Gobierno. Por el contrario, no es más que una mezcla de prudencia y marketing que viene siendo habitual en los últimos años, tanto con los gobiernos del PP como con el del PSOE. Ambos, al realizar sus previsiones económicas, establecen tres escenarios: el central, o más probable; el mejor y el peor. Luego, al presentar sus previsiones, se sitúan, por prudencia, en el peor. Así, si surgen imprevistos y vienen mal dadas, se curan en salud y si las cosas se desarrollan con normalidad, entonces se revisa la cifra en un momento dado, en este caso coincidiendo con el dictamen de la CNE sobre E.On, para situar las cosas en su sitio y dar la sensación de que el Ejecutivo lo está haciendo muy bien en materia de economía. Por lo demás, un crecimiento del 3,4% es una buena tasa, el problema es las tendencias que subyacen en el mismo.

Esas tendencias, que ya empiezan a dejarse sentir, se notarán todavía más en 2007, que es donde, a priori, las previsiones del Gobierno resultan más que optimistas. El Ejecutivo estima que la economía crecerá el próximo ejercicio un 3,2%, es decir, casi lo mismo que este año. Pudiera ser así, pero al analizar el cuadro macroeconómico la duda es inevitable. Según los cálculos del equipo de Solbes, esa buena tasa de crecimiento se conseguirá gracias a una importante desaceleración de las importaciones, motivada en buena medida por una pérdida de ritmo del consumo de los hogares, el motor del crecimiento hasta ahora. Esa desaceleración del gasto familiar es lógica si se tiene en cuenta que la capacidad de consumo de las familias se está viendo mermada como consecuencia de las subidas de los tipos de interés hipotecarios y del precio del petróleo y, por tanto, es lógico que tenga un reflejo en una menor demanda de importaciones. El problema es que en las importaciones entra también el petróleo y éste resulta cada vez más caro, lo que puede dar al traste con esa previsión de Solbes de desaceleración de las mismas.

Por otra parte, el conjunto del cuadro macroeconómico se basa en que las cosas van a seguir más o menos igual, con la ligera excepción del consumo y las importaciones. Sin embargo, no tiene por qué ser así. De hecho, las últimas encuestas de confianza de los consumidores y empresarios denota una caída de la misma, lo que conlleva un menor gasto en consumo e inversión. Unos y otros empiezan a contemplar con pesimismo el futuro económico y a adaptar sus gastos en consecuencia, lo que implica un menor crecimiento económico. Que ese deterioro de las expectativas siga yendo a más depende de varios factores, entre ellos la evolución del precio del petróleo y de los tipos de interés. Por desgracia, las perspectivas para 2007 es que ambos seguirán subiendo.

Además, hay que tener en cuenta el problema de la inflación. Ésta sigue subiendo a tasas muy superiores a la media de la Unión Europea, minando la competitividad de la economía española y deteriorando las expectativas de los agentes económicos. Esa pérdida de competitividad se refleja en una evolución de las exportaciones peor de lo deseado que explica por qué España tiene el segundo déficit comercial más elevado del mundo, después del de Estados Unidos. Y esa evolución, descontrolada porque el Gobierno no ha hecho nada en toda la legislatura para atajar el problema, afecta de manera negativa al crecimiento económico.

Por último, no hay que olvidar un peligro importante, el del estallido drástico de la burbuja inmobiliaria. Desde 1997, el precio de la vivienda en España se ha triplicado, alcanzando niveles que impiden a la mayor parte de las familias españolas adquirir una casa. Los precios están fuera de mercado y en algún momento, como es lógico, tiene que producirse una corrección. Ésta ya se ha iniciado en algunos lugares, como Madrid capital, donde los precios reales, no los de las estadísticas, ya han caído un 7%. Si la corrección de precios, en vez de efectuarse de forma gradual, tiene lugar en forma de explosión de la burbuja, la crisis puede estar servida.

Estas son las tendencias de fondo que convierten a las previsiones de Solbes en muy optimistas. Por supuesto, Solbes tiene que interpretar su papel y tratar de transmitir confianza en la economía española. Pero si hay que ser realistas, hay que tener en cuenta todo lo anterior y estar prevenidos.

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