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Julia Weller

La complicidad de la ONU con Hezbolá

Es la ONU, y no Israel, quien tiene la culpa de las bajas civiles en el Líbano.

No tendría que haber sido el primer ministro israelí Olmert quien se disculpara ante Kofi Annán por la muerte de cuatro observadores de la ONU en el Líbano –si es que fue el ejército israelí quien los mató– sino que es Annán quien tendría que haberse disculpado ante Olmert y ante el pueblo libanés. Durante años, los observadores de la ONU han contemplado la formación del arsenal de Hezbolá y la construcción de sus túneles fortificados y sus búnkeres en las colinas cara a Israel y no han hecho nada. La ONU ha permitido que Hezbolá meta misiles en casas, escuelas y mezquitas, en medio de ciudades densamente pobladas, y no ha hecho nada. Los observadores de la ONU han contemplado a los terroristas de Hezbolá entrenarse y ser entrenados por la Guardia Revolucionaria iraní en su puerta, y no han hecho nada.

Estas actividades no son el tipo de cosas que se realizan en secreto y durante la noche. La toma del sur del Líbano por parte de Hezbolá tuvo lugar delante de las narices del destacamento de la ONU y con total conocimiento por parte de los observadores de la ONU. Pero estos observadores omitieron informar al Consejo de Seguridad de lo que estaba sucediendo bajo sus narices y no tomaron ninguna medida para detener la violación de las resoluciones de la ONU que prohíben la presencia de terroristas armados en el sur del Líbano. Era obvio lo que iba a suceder una vez que los terroristas empezasen a lanzar misiles a Israel desde plataformas de lanzamiento escondidas en centros de población. La muerte de civiles libaneses provocada por la fuerza aérea israelí, en su intento por detener el bombardeo de sus ciudades y pueblos, es por tanto atribuible directamente a la falta de escrúpulos de Kofi Annan y la complicidad abierta y pública de los observadores de la ONU en el rearme del sur del Líbano. Es la ONU, y no Israel, quien tiene la culpa de las bajas civiles en el Líbano.

La ONU tiene un largo historial de cooperación con los terroristas de Hezbolá en el Líbano. El 7 de octubre del 2000, terroristas de Hezbolá disfrazados con uniformes de la ONU se introdujeron en Israel desde el Monte Dov y atacaron a una patrulla israelí. Secuestraron a tres soldados heridos de gravedad y los pasaron al Líbano a través de la frontera. Un contingente indio de observadores de la ONU contempló todos los sucesos y los grabó en video. Durante nueve meses, la ONU negó con vehemencia la existencia de la cinta. El enviado de la ONU en Oriente Medio, Terje Larsen, y Kofi Annan, rechazaron furiosamente la afirmación de Israel de que los observadores de la ONU habían visto todo, incluso cuando dicha afirmación estaba basaba en declaraciones hechas por uno de los soldados indios.

Solamente el 6 de julio del 2001 la ONU admitía por fin que los observadores de la ONU habían grabado realmente los momentos posteriores al ataque y los secuestros. La cinta muestra camiones de la ONU empezando a retirar dos de los vehículos que los terroristas de Hezbolá tenían preparados para su huida, para entregárselos religiosamente en cuanto regresan.

Los observadores de la ONU habían retirado ya de los vehículos objetos manchados de sangre, incluyendo uniformes de la ONU, insignias, armamento y explosivos. Pero durante meses la ONU rehusó entregar las cintas o cualquiera de los objetos encontrados en los coches a Israel, lo que podría haber proporcionado información acerca de si los soldados seguían con vida. Finalmente, se permitió a los funcionarios del gobierno israelí ver únicamente una versión editada de las cintas con las caras de los terroristas alteradas, según la teoría de que la ONU deseaba "permanecer neutral". Los cadáveres de los tres soldados israelíes solamente fueron devueltos a sus familias en el 2004, como parte de un intercambio de prisioneros.

La investigación del gobierno indio criticó seriamente el comportamiento de su contingente a su regreso. Afloraron informes de que cuatro de los miembros del contingente habían sido sobornados por Hezbolá para colaborar en el secuestro, entregando a los terroristas información respecto a la ubicación de los soldados israelíes. Al principio se creyó que los sobornos consistían solamente en bebidas alcohólicas y mujeres libanesas, pero posteriormente aparecieron informaciones en la prensa de que los observadores de la ONU habían recibido cientos de miles de dólares de los terroristas. La ONU lanzó su propia investigación interna, pero se dedicó a lavar todo el sórdido incidente afirmando que los soldados de la ONU carecían de conocimiento previo de los preparativos del secuestro, a pesar de existir pruebas claras de lo contrario. Kofi Annán se disculpó únicamente por "el error de juicio" de las tropas de la ONU.

Cerrar los ojos –o, en el caso de los cuatro observadores indios de la ONU, colaborar en un crimen– no es "un error de juicio". Durante años, la ONU no solamente ha tolerado las actividades terroristas frente a los ojos de sus observadores, sino que ha permitido que sus instalaciones sean utilizadas para las formas más viles de propaganda. Hay fotografías tomadas en el puesto de observación de la ONU en la frontera libanesa con Israel el año pasado que muestran la bandera de Hezbolá ondeando a corta distancia de la bandera de la ONU, en flagrante violación de las resoluciones de la ONU que piden la desmilitarización de la frontera. Lo que es peor, en la fachada de las instalaciones de la ONU se encuentra una valla publicitaria con la fotografía de un terrorista enmascarado de Hezbolá sosteniendo la cabeza decapitada de un joven soldado israelí. La pancarta está orientada hacia Israel. El mensaje es obvio. La ONU es una organización inútil, carente de escrúpulos y de vergüenza, que durante años ha proporcionado apoyo a Hezbolá.

No, Israel no debe una disculpa a la ONU. Como mucho, su bombardeo de una instalación de la ONU fue "un error de juicio".

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