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EDITORIAL

La clave está en China

Lo que diga la ONU o Europa será tan irrelevante como siempre. La única nación que puede parar a Corea del Norte es China, que mantiene vivo a un régimen que sin el respaldo militar, energético y hasta alimenticio del gigante asiático se vendría abajo.

La constante cesión al chantaje es una pésima política de paz. En 1994, Corea del Norte llegó a un acuerdo por el que Estados Unidos le proveería de dos centrales nucleares a cambio de un supuesto abandono de sus intenciones armamentísticas. Es decir, el Gobierno de Clinton premió las amenazas de Pyongyang y, pese a ese incentivo, decidió confiar en que una dictadura estalinista hereditaria –que hace parecer a Cuba como una democracia liberal en comparación– decidiría a partir de ese momento portarse bien y renunciar a sus ambiciones imperiales. Claro, no funcionó.

El problema al que se enfrenta el mundo libre no es menor. Los dos elementos restantes del muy bien bautizado como "eje del mal" han acelerado sus carreras en pos de armamento nuclear. Y ninguno de los dos cierra los ojos a la reacción que la comunidad internacional adopta ante las acciones del otro. Lo que se haga con Kim Jong Il será tomado muy en cuenta por los ayatolás, y viceversa. Pero el gigante norteamericano no parece tener muchas opciones militares. Aunque dispone de tropas y recursos para estar en Irak y Corea al mismo tiempo, es un esfuerzo enorme que parece difícil que suscite el acuerdo de demócratas y republicanos a un mes de las elecciones de mitad de legislatura. Lo que diga la ONU o Europa será tan irrelevante como siempre fuera de las redacciones de los medios. La única nación que puede parar a Corea del Norte es China, que mantiene vivo a un régimen que sin el respaldo militar, energético y hasta alimenticio del gigante asiático se vendría abajo.

Pero China no tiene grandes incentivos para actuar. Corea del Norte le viene muy bien para salvaguardar sus intereses en la región, además de que teme que la caída del régimen conllevara una legión de refugiados en su frontera. Sólo sería factible un cambio de actitud si previera que los costes superan los beneficios. Costes como, por ejemplo, la perspectiva de convivir con países como Japón, Corea del Sur o Taiwán armados nuclearmente.

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