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GEES

Desvergüenza y cobardía

La desvergüenza con la que el Gobierno de Zapatero trata a los militares ha quedado otra vez patente a tenor de los abucheos que ha tenido que aguantar, eso sí, sonriendo, nuestro presidente. El rey, mientras, saludaba.

El Gobierno que suprimió los honores militares se engalana sin reparo en el día de las Fuerzas Armadas para verlas desfilar en el día de la fiesta nacional, el tradicional día de la Hispanidad. La justificación: que la parada militar enseña, en realidad, las fuerzas de paz y el instrumento español de la ayuda humanitaria en la que se envuelve toda acción exterior del ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Mientras José Bono dice que no a la alcaldía de Madrid presentando al tiempo un libro destinado a mostrar que los soldados españoles en Irak sí entraron en combate y, por ende, estuvieron en guerra, su sucesor Alonso nos quiere convencer de que los tiros que pegan nuestras tropas en Afganistán son de verdad tiros de paz y por la paz. Vamos, como cuando ZP se sacó aquello de las "armas pacíficas" para la Venezuela de Chávez. La desvergüenza con la que el Gobierno de Zapatero trata a los militares ha quedado otra vez patente a tenor de los abucheos que ha tenido que aguantar, eso sí, sonriendo, nuestro presidente. El rey, mientras, saludaba.

La novedad de este año ha sido el paso de la bandera norteamericana ante la tribuna de autoridades, tras dos años de ausencia. Una invitación del Gobierno para homenajear así a todas las fuerzas que construyen la paz en Kosovo y resto de los Balcanes. La bandera de Estados Unidos, en ese sentido, debería haber sido relativamente mayor que las demás, habida cuenta de que sin ellos los Balcanes seguirían hundidos en sus matanzas intestinas, pero en fin. En esta ocasión, el presidente del gobierno sí se ha mantenido de pie al paso de la insignia de los yanquis.

El anterior embajador norteamericano en Madrid cuenta que en su despedida oficial ante el presidente, en La Moncloa, le pidió que le dijese por qué no se había levantado ante la bandera americana. Y cuenta que, tras unos inquietantes instantes de silencio, ZP le contestó: "porque no estaba en el programa que debiera levantarme". El ex embajador dice que hubiera preferido el silencio por respuesta antes que semejante marramachada. Marramachada que, en realidad, no lo era; se trató de simple y pura cobardía. La cobardía del que tira la piedra y esconde la mano, que es la actitud general de nuestro dirigente socialista.

La misma cobardía es la que nos niega ahora la auténtica explicación de por qué la bandera estadounidense ha vuelto a desfilar en la fiesta nacional. ZP no puede admitir el desdén con el que le trata la Casa Blanca pero tampoco puede tensar más las relaciones. Quiere que los norteamericanos vengan por aquí para poder gritar a los cuatros vientos que le respetan, reconocen y aceptan. Alonso va dentro de pocos días a verse con Rumsfeld, que no olviden que es el culpable de Irak. Luego, Moratinos quiere que Condi acepte su invitación para venir a Madrid. A cambio, el pago obligado de la bandera.

Cuando George W. Bush dijo aquello de "estáis conmigo o contra mí", José María Aznar firmó estar con él, pero Zapatero tachó ambas casillas. Con uno y con los otros. Le gustaría poder haber firmado por los otros abiertamente y su empeño exterior no ha sido otro, desde Caracas a Teherán. Pero hete aquí que alguien le habrá susurrado al oído que Estados Unidos no puede estar en manos de la extrema derecha española, desde Aznar al GEES y que más le valía levantarse esta vez. Y como es un gran cobarde que sólo se atreve con los más débiles, esta vez sí se ha levantado.

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