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Juan Carlos Girauta

Decadencia de la política

Que la campaña electoral no pueda salir de la caca y el pirindolo tiene su explicación: nadie tiene nada que decir. La prueba es Maragall, que está callado como un muerto.

La campañita regional se desliza sin remedio hacia lo escatológico y lo sicalíptico. Nadie puede detener la deriva. La explosión de injurias sexualmente sesgadas abarca todas las modalidades, desde la señora seudo Pérez que imputa sin disputa, que esputa sin control, que reputa profesionales del comercio carnal a las madres de los populares (diez millones de madres), hasta los chiquilines comunistas que, en un acto de optimismo sin precedentes, se animan unos a otros a penetrar por fin los misterios de la derecha. Botones de muestra de lo sicalíptico.

En lo escatológico, lo que más ha llamado mi atención es la declaración de principios de la concejala verdirroja de Barcelona: su marido, o compañero sentimental, o lo que sea, es el encargado de recoger las caquitas del gato. Es la grandeza de la política. A tan exclusiva tarea, y a su jocosa difusión, somete la Mayol al otro rojiverde con coche oficial, pues el encargado no es otro que Saura: “Limpiar las cacas es cosa de Joan.”

El comunismo catalán, el glorioso y legendario PSUC, ha acabado en esto: una pareja de políticos exhibiendo sevicias que se nos escapan. Tantos años de lucha para que dos good for nothing se coloquen, doblen ingresos y compartan gastos. Él ha de estar muy enamorado, y únicamente por eso ya merece algún voto, aunque sea el de ella. Sólo la pasión puede explicar la asunción excrementicia. Uno se imagina, en una situación extrema, recogiendo heces a solicitud de Sharon Stone, antes, o de Keira Knightley, ahora. Saura tiene legítima preferencia por las humillaciones de su parienta, quien también acaba de reconocer: "No hay mejor manera de concentrarse en la campaña que tener un buen rollo sexual".

Que la campaña electoral no pueda salir de la caca y el pirindolo tiene su explicación: nadie tiene nada que decir. La prueba es Maragall, que está callado como un muerto. No pretenderán que salgan todos a cara descubierta y suelten lo que hay: La faena –elestatut– ya está hecha; sólo quedan los obstáculos del Constitucional y Múgica, a quienes hay que amenazar gravemente y a coro; en cuanto a las urnas, no dejan de ofrecer la posibilidad de rehacer el equilibrio de familias transversales mientras la gente cree votar diferentes opciones políticas; fantasías, pues todos somos uno, y uno somos todos.

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