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Carlos Semprún Maura

Intifada

El objetivo evidente, aunque siempre ocultado, es que durante uno de estos ataques violentos con porras, piedras y "cócteles Molotov" algún policía cometa una imprudencia y dispare para defenderse, pero no con balas de goma sino reales.

A pocos días del 27 de octubre, aniversario del comienzo de los disturbios del año pasado en toda Francia, o mejor dicho en todos los suburbios con fuerte población de origen africano, todo el mundo espera una repetición de dichos disturbios. Y aún más violenta, si eso fuera posible. Para lograrlo, bandas organizadas agreden sistemáticamente a policías, preparándoles incluso trampas, y atacan a policías aislados, no más de dos o tres a la vez. El objetivo evidente, aunque siempre ocultado, es que durante uno de estos ataques violentos con porras, piedras y "cócteles Molotov" algún policía cometa una imprudencia y dispare para defenderse, pero no con balas de goma sino reales. Si alguno hiere así a algún chaval –o si lo mata, mucho mejor–, sería la mecha que provoca la explosión. Pese a la evidente diferencia de las situaciones, se nota que todo ello se inspira de la intifada palestina.

La agravación de la situación en los suburbios tiene diversas explicaciones, y muchos dan abundancia de razones "sociológicas" para evitar de hablar de lo esencial: la extensión del islam radical en esas zonas. No es la única explicación, pero es la más importante. La "getoización" de esos suburbios desde hace más de 25 años no se debe a la voluntad malévola de las autoridades, sino al hecho de que los indígenas galos se negaba a convivir en las mismas casas, o barrios, con los magrebíes y los negros por infinidad de motivos, sin excluir el racismo. También es cierto que hay más paro en esas zonas que en otras y, sobre todo, infinitamente más tráfico de droga que en cualquier otro sitio. Y, francamente ¿para qué buscar trabajo cuando siendo "camello" ganas más, trabajando veinte veces menos? ¿Para qué ir a la escuela cuando el hermano mayor te hace participar a ese sabroso negocio de la "economía subterránea o paralela", como dicen los finolis?

Y es precisamente sobre esa base, al margen de la ley, como se extiende el islam radical, los imanes "locos de Alá", colaborando en muchas ocasiones con los cabecillas de las bandas. Y nadie, nunca, jamás, habla del peligro islámico salvo en los informes confidenciales de la policía.

El domingo por la tarde unos cuarenta muchachos encapuchados y armados con barras de hierro vaciaron un autobús y lo quemaron, en Grigny. Alegres y festivos, otros comenzaron a incendiar coches; no tres, como diceEl País, sino treinta. Todas las condiciones –sobre todo la cobardía, la ceguera y la hipocresía de los políticos y de los medios– están pues reunidas para poner en bandeja a los "barbudos" nuevas conquistas del islam radical en Francia.

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