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Jorge Valín

Aún a oscuras, pagamos luz

El déficit de las tarifas eléctricas acumula ahora mismo 8.000 millones de euros. Así, a finales de 2006 aún estamos pagando el consumo de electricidad de los años 2001 a 2003.

Este gobierno se está caracterizando, entre muchas cosas, por las continuas contradicciones. Hace aproximadamente un mes el ministro de Industria, Joan Clos, dio a entender en una entrevista radiofónica que no subiría las tarifas eléctricas. Se le olvidó mencionar, sin duda en un despiste, que eso significa que las cargaría al déficit, lo que implica más impuestos. En contraposición, esta misma semana, David Vegara, secretario de Estado, ha afirmado justamente lo contrario: se han de subir las tarifas. Su justificación, la economía: si no suben las tarifas eléctricas "podríamos estar cayendo en algo tan sorprendente como que nuestros hijos estén pagando la energía que estamos consumiendo".

Este buen hombre no está muy bien informado porque lo que apunta ya se está produciendo. El déficit de las tarifas eléctricas acumula ahora mismo 8.000 millones de euros. Así, a finales de 2006 aún estamos pagando el consumo de electricidad de los años 2001 a 2003. Sólo el estado es tan irresponsable e ineficiente como para convertir un negocio lucrativo, sólo hace falta ver los beneficios de las eléctricas, en una ruina para el consumidor. En realidad esto sucede con todo lo que gestiona el gobierno: los jóvenes pagan las pensiones de los ancianos, los adultos pagamos durante toda nuestra vida la educación de los hijos de otros, o financiamos con impuestos la comodidad de los agricultores europeos aún siendo letal para los países subdesarrollados.

El sector energético está suficientemente maduro como para que funcione solito sin regulaciones, controles, ni precios máximos. De hecho, es tan fuerte que funciona a pesar de la intromisión e ineptitud gubernamental. ¿Cómo puede ser que tres compañías acaparen el 90% del mercado? ¿Qué libertad de elección tenemos aquí? Cuanto más precios máximos, más regulaciones sobre las diferentes fuentes energéticas, más control de la competencia y, en definitiva, cuanto más intervensionismo habrá más apagones, más carestía, más beneficios para unos pocos y más recibos inflados e impuestos tendremos que pagar.

De esta situación, ¿sabe cuál es la principal preocupación del gobierno socialista y de toda su corte de burócratas? No, no es nuestro bolsillo; si fuese así ya hace años que habrían privatizado el sector totalmente (y no me refiero a la chapuza del 97), o al menos habrían hecho algo más que contemplar como crece el problema mes a mes. La máxima preocupación del gobierno es que si suben las tarifas les tachen de "venderse a las grandes empresas" perdiendo popularidad y votos. Al final la factura eléctrica nos saldrá muy cara. Puede estar convencido que no serán los políticos quienes la paguen.

En Libre Mercado

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