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Agapito Maestre

El nuevo Estatuto de Andalucía

Andalucía es una sociedad sin conflicto político, o sea, es una sociedad más cercana al totalitarismo que a la democracia. Los comisarios del PSOE lo ocupan todo.

Muchos están rasgándose las vestiduras porque Arenas ha imitado en Andalucía lo perpetrado por Matas, en Baleares, y Camps, en Valencia. Sin duda alguna, el pacto del PP con el PSOE para acordar un nuevo Estatuto en Andalucía contiene menos, muchísimas menos, barbaridades que las vertidas en los Estatutos de Valencia y Baleares, pero los defensores de la nación española no soportamos que también Arenas se haya entregado a la falsedad de hablar de la "realidad nacional" andaluza.

Motivos tácticos y a corto plazo, seguramente, no le faltarán a Eloy Arenas para mantener tal falsedad y, por supuesto, siempre podrá esgrimir que, al menos, los socialistas y comunistas han tenido que aceptar que el "rollo" de la realidad nacional andaluza sólo se entiende dentro de la indisolubilidad de la nación española. En fin, el PP de Andalucía hallará mil justificaciones y explicaciones ideológicas para defender su posición táctica, incluso yo estoy dispuesto a comprender el "canguelo" que le ha entrado a Arenas al comparar este proceso con el de la UCD y el famoso referéndum del 28 de febrero, pero detrás de esta entrega del PP a la corrección política socialista nadie debería olvidar que se esconde una tragedia andaluza, española.

En efecto, quien mire la espuma de la sociedad andaluza inocentemente, hallará que el primer problema de Andalucía es que no tiene problemas. Están ocultos. ¡Y ay de aquél que los haga explícitos! Es una sociedad con paz de cementerio. El tejido social andaluz, según todos los diagnósticos sociológicos en esta materia, es el más débil de Europa. Por eso, Andalucía es una sociedad sin conflicto político, o sea, es una sociedad más cercana al totalitarismo que a la democracia. Los comisarios del PSOE lo ocupan todo. La dictadura comisarial andaluza devora incluso al PP. El conflicto está tan oculto que incluso los ciudadanos no saben cómo expresarlo. La "aparente" inexistencia de conflicto político es la mejor definición de una dictadura silenciosa y sin correajes. A veces, ante esta falta de expresión y canalización del conflicto, casi se diría que este problema es una invención del cronista. Duro es no saber expresar un conflicto político, pero, incluso, es más sangrante que los encargados de hacer luz donde sólo hay tinieblas duden de su capacidad de "crítica", de su poder intelectual, para formar opinión pública política.

Arenas, el político trabajador y solícito, no halla modo humano de superar esa barrera comisarial. O peor, no se atreve a formular este diagnóstico severo para lanzar, posteriormente, una ofensiva política a largo plazo que acabe con esta dictadura comisarial. Desde el famoso referéndum andaluz "para no ser menos que nadie", que ya parece de la prehistoria pero que Arenas aún no ha digerido, hasta hoy, que se pretende imitar a una región acomplejada –Cataluña– por no ser una nación, Andalucía, o mejor, su clase política, especialmente la socialista que no ha dejado nunca de gobernar aquí, no ha sabido ser española, universal y libre. Andalucía ha ido, va y, seguramente, irá a remolque, con complejos de inferioridad respecto a otras regiones, porque no presta atención a su tradición, a la base de continuidad de su identidad, que es España. Mientras que Andalucía no quiera enterarse de que su universalidad es española, quedará reducida a una cosa menor, pasto para políticos localistas siempre dispuestos a entonar la palinodia ridícula del victimismo.

El andalucismo, como he dicho en otras ocasiones, ha impedido crear unas tradiciones políticas universalistas. Sus poetas, sus novelistas, sus artistas, sus gentes de bien no se plantean qué es Andalucía, eso es un asunto para menores de edad, sí, sí, para gentes sin ilustrar. Para políticos casticistas. Los andaluces grandes sólo se plantean la cuestión de España, pero la clase política andaluza se ha empecinado en manipular el pasado para crear algo parecido a la "nación andaluza". En su pecado lleva la penitencia. Al margen de España, Andalucía es un pobre canturreo, un quejío de taberna, sol, playas y Semana Santa para turistas. Folklore malo. Franquismo en estado puro. Sí, sí, la "concepción" franquista de Andalucía es, en el fondo, la herencia recogida por el socialismo para que no aflore y expanda el universalismo español de Andalucía. El "andalucismo" cambia exageración por universalización. Exagerar aún más el habla, el tono y el tipismo hasta arruinar lo universal, España. Griteríos, coros, danzas y sevillanas ocupan su lugar. Un disparate nihilista es el resumen del triste espectáculo.

¿Cuándo logrará Andalucía ser normal, o sea, cuándo la democracia se definirá cómo el ejercicio permanente de la ciudadanía "pidiendo cuentas a sus gobernantes"? Quizá llegue ese día más pronto que tarde, e incluso quizá la oposición del PP contribuya a su advenimiento, si deja de concebirse proscrita por el adversario; pero sólo será real cuando el poder socialista haya sido desacralizado. La firma de este pacto estatutario, por desgracia, dificulta más que contribuye a la desmitificación de ese horroroso poder.

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