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EDITORIAL

La reedición del tripartito

Zapatero no controla la situación. Se le ha derrumbado la esperanza de presentarse como lo que no es, como un gobernante razonable que es capaz de llegar a acuerdos con fuerzas como CiU y tendrá que recabar el apoyo de los más radicales.

Las previsiones de los mejores analistas se han cumplido y la lógica de la situación ha ido descartando combinaciones de pactos de Gobierno hasta dejar como única vencedora la reedición del tripartito, con José Montilla al frente de la Generalidad y Carod Rovira de primer consejero. Son muchas las consecuencias de este acuerdo de gobierno. La primera de ellas es que Cataluña volverá a tener un Gobierno nacional-izquierdista de corte radical que, entre otras cosas, será el primer encargado de desarrollar el Estatuto de Autonomía, seguramente para hacerlo más anticonstitucional de lo que ya es. Por fortuna, al menos comienza una legislatura en Cataluña que promete ser divertida, ya que contará con una voz decididamente no nacionalista. Y no nos referimos a Piqué, claro está. 

CiU contaba ya con un pacto con el PSC que dejara a Mas como hereu de Pujol tras el paréntesis maragalliano a cambio de la cesión de sus votos en el Parlamento nacional al servicio de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero las cosas no han sido así, lo que demuestra que Zapatero no controla el PSC. Es la segunda derrota política consecutiva en Cataluña tras los malos resultados socialistas. Pero esta es más grave, porque deja a las claras no sólo la inexistencia práctica del PSOE como un partido nacional sino, sobre todo, la irrelevancia de Zapatero.

Estamos ya acostumbrados a que se repita el mismo proceso una y otra vez. Zapatero, ese iluminado, traza un plan y cree que los demás se adaptarán a él en virtud de no se sabe qué. Y luego la realidad tiene su propia lógica, que por completo se le escapa de las manos al presidente. Le ha ocurrido con la negociación política con la banda ETA. Como se ha visto desde el comienzo y hemos denunciado sin descanso, son los asesinos quienes marcan la pauta y el Gobierno ha ido a la zaga porque se lo juega todo. En Cataluña, Zapatero tenía escrito el guión catalán del final de legislatura, pero de nuevo se ha dado cuenta de que no está al mando ni de su propio partido.

El partido de Mas pasará de fiel aliado a oposición en el Parlamento, por lo que necesitará de nuevo los votos de IU y ERC. Pero después de haberles traicionado, cediendo a última hora la foto del Estatuto a Mas en lugar de a los republicanos, no le saldrá barata la negociación con los socialnacionalistas. El entreguismo del Gobierno socialista con los nacionalismos, que ha sido mayúsculo, tendrá que ser aún mayor precisamente cuando más necesita el apoyo de otros partidos: en los meses previos a las elecciones generales.

Zapatero no controla la situación. Se le ha derrumbado la esperanza de presentarse como lo que no es, como un gobernante razonable que es capaz de llegar a acuerdos con fuerzas como CiU, y tendrá que recabar el apoyo de los más radicales, no sin un notable coste político.

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