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El palo y la zanahoria

Zapatero no tendría empacho en ceder políticamente ante los terroristas en todo lo que sea necesario para calmar su instinto asesino, pero tendrá serias dificultades para poder garantizar la impunidad que los asesinos le exigen.

Zapatero parece no querer enterarse de que la negociación con ETA no va bien. Durante meses el presidente del Gobierno ha estado vendiendo que el proceso iba viento en popa, a pesar del discurso cada vez más amenazante de Batasuna y las acciones cada vez más intimidatorias de la propia ETA. Palabras y hechos ponían claramente de manifiesto una crisis en el proceso, pero ZP prefería no darse por enterado. Ni siquiera el robo de las pistolas en Francia, que Zapatero aún no adjudica a ETA, ni el último boletín interno de la banda han logrado hacer recobrar el sentido de la realidad al presidente del Gobierno.

El último boletín interno hecho público por la banda terrorista contiene de hecho un doble mensaje, en una clara estrategia del palo y la zanahoria aplicada a un Zapatero al que parece que le crecen las orejas. La zanahoria es el anuncio de un nuevo esfuerzo por parte de los terroristas para tratar de llegar a un acuerdo con el Gobierno. El palo es que si el Gobierno no cede a sus demandas antes de que acabe el otoño, ETA volverá a su actividad criminal habitual.

Ante este dilema planteado por los terroristas, Rodríguez Zapatero ha decidido seguir mordiendo la zanahoria y obviar el palo que se cierne sobre su lomo y sobre la espalda del conjunto de los españoles. Por el contrario, Rubalcaba, menos incauto que su jefe, empieza a situarse en el peor escenario. Movido quizá por el instinto de los inquilinos de un barco que se hunde, salió de inmediato a cubierta para responder a los terroristas con un mensaje de firmeza, incumpliendo su propia norma de que a los comunicados de los terroristas no se debe responder.

Cuando se negocia con asesinos es bueno tener la prudencia de ponerse siempre en el peor de los escenarios. Zapatero debería tener presente además que ETA, como organización criminal que es, tiene una cintura política bastante solidificada. Tampoco debería olvidar el presidente que ETA siempre ha guardado históricamente una gran coherencia entre sus palabras y sus asesinatos. Pero Zapatero sigue empecinado en un proceso que en gran medida es obra de su propia imaginación.

En todo caso, no hará falta que termine el otoño para saber el desenlace final de esta fantasía. Zapatero no tendría empacho en ceder políticamente ante los terroristas en todo lo que sea necesario para calmar su instinto asesino, pero tendrá serias dificultades para poder garantizar la impunidad que los asesinos le exigen para sentarse en la mesa de negociaciones. La duda no es ya si Zapatero cederá, sino si los terroristas se sentirán satisfechos con el precio que, en el marco de un Estado de Derecho que está dando muestras de vitalidad, puede pagar el presidente.

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