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Los amigos de los amigos de Zapatero

Típico representante de la pequeña burguesía europea, Zapatero es un revolucionario de sillón, que jalea el progresismo izquierdista cuando sus víctimas se encuentran, a poder ser, bien lejos.

Acostumbrados estamos ya a las escandalosas noticias que vienen de los favores chavistas a etarras en Venezuela. Pillado de nuevo despistado, el Gobierno ha reaccionado como lo viene haciendo cada vez que ETA le da un susto: confirmar, verificar, evaluar y contrarrestar información. "Hay que esperar para ver si toda la información fuera exactamente así, por si se hubiera producido la consumación de esas adquisiciones de nacionalidad", hacer "la evaluación oportuna" y adoptar "la iniciativa o respuesta que corresponda", ha dicho Zapatero en Dakar, antes de desaparecer sonriendo en la espesura de la selva africana.

Zapatero el progresista vuelve a meter en un lío a su ministro del Interior. Rubalcaba lleva semanas haciendo equilibrio entre calmar a ETA por las acciones policiales y despistar a la sociedad española por los desplantes etarras. Ahora, pillado una vez más en fuera de juego, pide desesperadamente tiempo, y consciente de la gravedad, anuncia que de confirmarse la noticia, será "inaceptable". El ministro del Interior tiene razón, y conviene que se lo recuerde a su presidente; es del todo inaceptable que un país beneficie al por mayor a los asesinos de cuarenta españoles, y es exigible que el Gobierno tome las medidas oportunas contra el responsable.

El Gobierno ya se ha dirigido a Chávez pidiendo explicaciones. Es de esperar y de exigir que el régimen de Chávez dé marcha atrás y anule las indemnizaciones y las próximas nacionalidades de los etarras, una vez que ha sido pillado in fraganti. La cosa estaría clarísima si Zapatero no fuese devoto seguidor del sectarismo ideológico más atroz. Por eso tampoco sería extraño que tanto Chávez como Zapatero se dediquen a dilatar el asunto en el tiempo, disimular y despistar hasta que la cosa ya esté hecha, o que el petrotirano venezolano se pase el escándalo por donde suele. En cualquiera de los tres casos, la relación entre ambos salta de nuevo a la luz.

Típico representante de la pequeña burguesía europea, Zapatero es un revolucionario de sillón, que jalea el progresismo izquierdista cuando sus víctimas se encuentran, a poder ser, bien lejos. Desde tan cómoda posición, ha aplaudido entusiasmado las andanzas de Castro, Morales y Chávez en los últimos años. Pero ignora por completo que Chávez vive en una continúa orgía de poder, amasando el que ya tiene y aumentándolo por todos los medios, legales, ilegales, pacíficos o violentos. Sentado sobre una balsa de petróleo, se cree capaz no sólo de alimentar a los grupos terroristas hispanoamericanos sino de premiar a los terroristas de medio mundo, incluidos etarras. Al fin y al cabo todos son hijos de la revolución.

¿Creía Zapatero que el chavismo no le salpicaría? Al final las andanzas chavistas han salpicado su propia agenda política en un momento delicado. Y es que, para Chávez, en la gran familia revolucionaria caben todos, etarras incluidos. Autoproclamado sustituto de Castro en Iberoamérica, Chávez elige a sus propios amigos españoles, Zapatero y la ETA. Y ahora que la cosa está clara, Zapatero no tiene excusa para exigir al dictador venezolano que elija entre unas amistades u otras. Que elija ahora y lo haga para siempre.

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