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Jorge Vilches

Stalin, el primer ecopacifista

La insatisfacción de IU y ERC con la Ley de la Memoria Histórica no sorprende, pues el texto no exige que pidan perdón el Rey, la Iglesia, el Ejército y, claro, el PP.

Cuentan que Stalin se plantó ante sus esforzados camaradas, contempló el cielo moscovita, y dijo: "La culminación de la historia de Rusia soy yo". Nadie chistó, al contrario, el mundo académico ruso pergeñó un relato histórico acorde al plan político del padrecito Stalin. La legitimidad revolucionaria, decían, se unía por fin a la legitimidad histórica. Dos por el precio de uno; las gangas típicas de las rebajas bolcheviques.

El comunismo aparecía en la Rusia de Stalin como la culminación de la historia del país. Todo lo sucedido desde que se puso la primera piedra al lado del río Moskova era precomunismo soviético, era el camino hacia la organización de la sociedad por el gulag, la purga, los planes quinquenales y el PCUS. La memoria histórica comunista, henchida de odio social, exigió entonces reparaciones, perdones y juicios morales, incluso de la familia Romanov, asesinada en 1918.

Con Zapatero apareció en España la cuestión de la "memoria histórica". Un concepto que conjuga perfectamente con ese ajuste de cuentas con la historia tan al gusto de lo políticamente correcto. Pero como tantas cosas, al presidente del gobierno el asunto se le escapó de las manos.

El gobierno socialista nos ha metido en este tinglado de la "memoria histórica" causando un perjuicio enorme. La torpeza, una más, ha impedido la correspondencia general con el digno y respetable deseo de los descendientes de las víctimas de encontrar los cuerpos de los asesinados y sentir el respaldo social.

Pero es que la iniciativa del Presidente se puso en marcha con su ya tradicional estilo; es decir, sin calcular sus efectos. Rodando la bola, la izquierda que deambula entre el "ecopacifismo" (sic) y el nacionalismo étnico-lingüístico, se ha apropiado del proyecto de "memoria histórica", y ha tildado al gobierno poco menos que de apóstata a la justicia histórica.

La insatisfacción de IU y ERC con la Ley de la Memoria Histórica no sorprende, pues el texto no exige que pidan perdón el Rey, la Iglesia, el Ejército y, claro, el PP. Porque los populares son, en ese imaginario soviético pret a porter, herederos del franquismo.

Izquierda Unida y ERC, aliados del socialismo de Zapatero, nos traen con su particular "memoria histórica" el aroma del academicismo estalinista. Ellos son los herederos directos, los indubitables albaceas de los demócratas históricos habidos y por haber en el "Estado español". ¿O es que alguien duda de que el comunismo ha sido, es y será el más firme bastión de la democracia liberal en el mundo? Vamos, Stalin, el primer ecopacifista. Claro, porque el ecopacifismo no tiene por qué pedir perdón a los familiares de los 100 millones de víctimas del comunismo en el mundo. Quizá esa "memoria histórica" politizada sea, como todas las memorias, selectiva, muy selectiva.

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